❄️Capítulo 30❄️

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Cuando la dulce melodía del piano dejó de sonar, Candy miró a Leonard. Pero él no pareció percatarse. Su mirada yacía fija a la distancia, como si estuviera perdido en sus pensamientos. Ella quería decir algo, pero no se atrevió. No era capaz de interrumpir aquella mirada melancólica.

Siguió dibujando, observándolo por el rabillo del ojo, hasta que él habló.

—Es hora de irnos —dijo después de un suspiro comenzando a caminar hacia ella.

Candy pasó de su sueño perfecto a la realidad. Lo miró desconcertada y triste.

—¿Por qué de pronto? —susurró.

Él la miró con una sonrisa opaca y luego miró el dibujo que ella había estado haciendo. Era una rueda de la fortuna.

—Es muy bonito —señaló—. Pronto podrás terminarlo. Ahora debes descansar. Ya son las cuatro de la mañana —plantó un beso en su frente.

—Eso no importa —comenzó a decir ella.

—Sí importa, pequeña tonta. Debes cuidar tu salud. Debes descansar. Tendrás que despertar temprano para ir a la universidad y no habrás dormido nada.

—No quiero —dijo entonces—. No quiero la realidad. Quiero seguir aquí. En mi sueño.

Leonard la miró con melancolía un momento, y después la tomó de ambas manos.

—Lo sé —susurró encorvándose para chocar su nariz con la de ella—. Puedo ver lo difícil que es. Pero no puedes quedarte —entonces comenzó a avanzar, llevándola por una mano.

—¿Por qué? —preguntó ella a su lado.

—Tus padres no deben descubrir que no estás en tu habitación. Y yo tengo que trabajar —bajaron las escaleras.

—¿Quiere decir que tú no descansarás?

—Lo haré —la miró, y fue cuando Candy se percató de lo agotado que lucía debajo de los moretones—. Después de dejarte en tu habitación y hacer algunas entregas, estaré listo para dormir también.

Fue en aquel momento cuando ella recordó con claridad todas esas veces que él entraba a las clases de anatomía sólo a dormir. Sintió un cosquilleo subiendo por su espina dorsal y su cara comenzó a arder. Pero se quedó callada.

Subieron al auto y cuando Leonard arrancó, ella lo miró de reojos. Se sentía tan triste por él, y no sabía qué hacer. Se aclaró la garganta, pero el silencio los acompañó hasta que llegaron frente al edificio. Fue allí cuando Leonard exhaló y volteó a mirarla.

—Pequeña —susurró—. Esos hombres que golpeé en aquella fiesta... Van a intentar hacerte daño.

Ella soltó un grito ahogado, sintiéndose abatida por el terror de aquellas palabras.

Hermosa Pesadilla [Completa ✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora