-¿Por qué tienes dos secretarias? preguntó, limpiándose la comisura de sus labios con una servilleta de papel y rompiendo el cómodo silencio en el que estábamos.
- Realmente, Sandy no es una secretaria, trabaja en conjunto con Abi y conmigo, mueve contratos, hace investigaciones y cosas sencillas en las que Abi y yo no podemos perder tiempo. Meli es mi asistente personal, programa mi agenda, y hace todo lo que una asistente personal debería hacer - respondí.
- Ahh, pensé que eras lo suficientemente arrogante como para creer que necesitabas de dos secretarias - dijo con esa sonrisita que ya se estaba volviendo típica en nuestras cortas conversaciones.
- No, manejo los números de esta empresa. Si no consideraría necesario tener a dos personas sentadas en la entrada de mi oficina, no las tendría - respondí, dejando claro que no soy una persona arrogante.
- Mmm, comprendo - dijo - Bueno, esto ya está listo, señorita Calle, ya tiene su usuario corporativo funcionando. Muchas gracias por la comida, pase buen resto del día.
Y asi sin mas se levanto de la silla, tiro los restos de comida y se fue.
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El resto del día había pasado sin contratiempos, asistí a la reunión con Abi de Briggs & Riley, renovamos el contrato con las nuevas condiciones que pedían que eran razonables. Estaba sumergida en un mar de papeles cuando la única persona que entra a mi oficina sin avisar, apareció.
- Ya son las 6, ¿te quedas? - preguntó Abi.
- Si, aún tengo algunas cosas que revisar. Te veo mañana - respondí.
- Bien, descansa Calle - me dio un beso en la cabeza y se fue.
Estaba tan concentrada en los contratos, que no me di cuenta que habían pasado dos horas. Decidí que ya era tiempo de regresar a mi solitario apartamento. Apagué el ordenador, y me dispuse a recoger todo lo que me llevaba a casa. En ese instante recordé que había dejado mi automóvil en el taller dando mantenimiento y que debía volver a casa en taxi. Sin ganas de tomar uno llamé a Abi.
- Hey Abi, ¿me puedes buscar al trabajo, por fa? - pregunté con ese tono de voz infantil que siempre convencía a Abi de hacer lo que quisiera.
-¿Ahora es que sales? ¿Estás loca Calle? - gritó alarmada.
Perdí la noción del tiempo, ¿me buscas, por fi? --¿Y tu hermoso Mercedes AMG E63 S del que tanto alardeas? ¿ya te cansaste de él?
-No, lo deje en el taller esta mañana, lo había olvidado -
- Calle, coge un taxi, estas a diez minutos de tu casa. Voy entrando a la clase de yoga, y sabes lo difícil que se me hace romper la rutina
- Está bien - gruñí y cerré el teléfono. Que ingrata amiga tengo.
Me dispuse a esperar un taxi en la calzada que daba frente al edificio, tomé mi móvil y comencé a jugar un juego de tetris. Estaba muy concentrada cuando una voz ronca proveniente de un Jeep Rubicon color gris platino llamó mi atención.
-¿Qué esperas, un milagro? - dijo, y fije mis ojos en la mujer sexy que me hablaba.
- No, un taxi - me dispuse a ignorarla y volví a bajar la mirada a mi móvil.
- Anda, móntate, hoy yo seré tu milagro - dijo.
- Gracias, pero no necesito ser tu buena obra del día, Garzon - gruñí.
- Deja la prepotencia, solo intento ser amable-levanté la mirada y la fijé en ella, entendiendo la alusión a las palabras que había utilizado con ella misma está mañana.
Dejé la prepotencia y accedí a montarme en el Jeep.
- No me imaginé que manejaras un vehículo como este - dije observando mi alrededor.
-¿O sea que soy parte de tus imaginaciones? - preguntó, y me dio una sonrisa juguetona que me dejo sin palabras.
Volteé la mirada a mi ventana. Y me dispuse a ignorarla. Era una linda noche en Seattle, no estaba húmedo como siempre solía estar.
-¿Dónde vives?
- En Miller Park -
- Bien, ¿te importa si pasamos por mi hija primero?, la guardería queda unas calles antes de tu casa – eso si me sorprendió, tenía una hija. Negué con la cabeza, indicándole que no tenía problema. Pasé mi mirada por su mano izquierda, y no, no tenía anillo. Quería preguntarle si era divorciada, pero no quería pasar los límites de confianza, después de todo, la había conocido hoy.
El trayecto fue en silencio hasta que llegamos a una pequeña casa, bien iluminada, decorada con muchas flores coloridas, lo cual era extraño aquí en Seattle, el clima húmedo tendía a marchitar las flores muy rápido.
- Vuelvo enseguida - dijo, se desmontó del vehículo. La vi entrar a la casa y perderse dentro de ella.
Dejo esto por acá y me retiro