Capítulo Diez: Ella

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Lentamente se volteó hacia atrás, mirando como nadie yacía. La voz había salido de la nada, posiblemente solo la querían asustar. Bajó las escaleras dando pasos rápidos y bruscos, hace mucho tiempo había dejado de estar tranquila. Las cámaras de seguridad se movieron en su dirección, grabando su presencia.

Apareció un sonido de un aparato, según sus oídos, parecía chillar.

¿Estás perdida?—la voz del locutor de siempre había cambiado para una femenina, incluso parecía humana. —Puedo ayudarte.

Rubí miró hacia todos lados, tratando de encontrar el dueño de dicha voz. Era igual a la que había escuchado hace tan sólo unos minutos, ¿quién sería?

La pelirroja irguió su espalda, mirando hacia la puerta que tenía en frente. La cual, parecía que alguien hablaba detrás, desde el pasillo oscuro.

Su silueta parecía mostrar que tenía una melena larga y una estatura mediana, parecida a la de Rubí. La pelirroja se le quedó mirando con agitación en su pecho.

—¿Quién eres?—se animó a preguntar, la figura salió de allí.

Era una chica de cabellos castaños y ojos del mismo color, tenía mejillas sonrojadas; tal vez del mismo calor proveniente de Mega. Rubí creyó que ambas serían casi de la misma edad.

—Puedes decirme Charlie, si lo deseas—habló, su voz era bastante normal. —Ah, no te preocupes por las cámaras. Ya me encargué de eso, mientras Damián distrae a los demás.

—¿A los demás?—repitió, desconcertada.

—Tenemos mucho de que hablar, pero no aquí—musitó, le estiró la mano. Rubí la miró con dudas, aquella muchacha le irradiaba buenas intenciones. Tomó su mano. —Damián nos podrá encontrar luego de salir de aquí.

¿Salir? ¿Y Gregory? ¿Vincent?

Ella la hizo correr por el pasillo, Rubí intentó detenerse, pero la chica parecía tener una fuerza sobre-humana. Mientras corrían la pelirroja miraba la mano de Charlie, el color de sus venas era demasiado extraño.

Notó a la gran salida, su corazón latió con rapidez, con felicidad. Charlie se detuvo.

—No te preocupes por el niño, está en buenas garras—mencionó, dejando un poco tranquila a Rubí. —Ahora lo importante es sacarte de aquí.

—¿Por qué todos deciden por mí?—preguntó.

—Es por tu bien.

Charlie abrió la puerta para ambas, la luz artificial se reflejó en Rubí, quien contempló la noche que se asomaba. Tomó su mano nuevamente, llevándola hacia afuera, hacia un coche blanco que estaba aparcado.

Rubí se subió al coche, sintiendo un olor a lavanda dentro. La joven entró de última, parecía mirar al lugar con atención, incluso sacó un celular y escribió un mensaje.

La pelirroja había tenido que dejar su celular dentro del restaurante, cosa que no la ponía muy contenta.

Charlie condujo en silencio, debido a que la pelirroja miraba la ventana en el mismo modo.

Hasta que la castaña decidió romperlo. —No debe de ser... Muy fácil para ti, todo esto.

—No lo es.

—Prometo ayudarte en todo lo posible, pero es que tampoco sé mucho, mi padre se niega dar respuestas—comentó. Rubí dejó de mirar al paisaje para mirar a la joven a su lado.

—¿Quién es tu padre?—preguntó Rubí.

—Henry Emily.

Los vellos de Rubí se erizaron en tan solo escuchar su nombre.

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