Capítulo Uno: Morado

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Era una noche lluviosa, en la cual varias personas entraban a la pizzería desalojada. El fuego había consumido todo a su alrededor, ver el interior era complicado, a pesar de las linternas. Algo se movió debajo de unas maderas, sus ojos miraron a las personas, su cuerpo le pedía a gritos que lo sacaran de allí, pero ni una sola palabra salió de sus labios morados.

Abrieron las puertas, encontraron a los animatronicos quemados al hacerlo. Más de uno arrugó la frente, al encontrarse con ellos. Los encerraron en jaulas diferentes.
La historia estaba tallada en cada rincón del lugar, jamás sería lo mismo. Empezaron a elaborar un mapa, allí organizaron un nuevo plano.

Los planos de la nueva pizzeria, Freddy Fazbear’s Mega Pizzaplex. Construyeron a los nuevos animatronicos, estaban listos para salir a la luz. Sus piernas se arrastraron hacia el oso que yacía acostado, su cuerpo empezaba a desvanecerse a medida que lo tocaba, allí, Michael se adueñó de Glamrock Freddy.

El nuevo guardia se encontraba entrevistando a Baby, quien había sido encendida con éxito. Ella se negó a dar información, todos lo hicieron. Al final, el nuevo guardia anotó solamente algo que fue dicho por todos al final: Somos la familia Afton.

Su confusión creció. La eternidad que aquella familia era una tortura, pero después de todo, estaban todos juntos.

O eso creían, el hombre investigó durante cinco noches el caso. Dispersó los papeles sobre la mesa redonda, dejó la imagen de alguien en el medio.

¿En dónde estaba Mrs Afton?

Su paradero daba todo hacia su muerte, ella ya no se encontraba. Las teorías de que fuera Ballora fueron descartadas cuando reunió la información suficiente, vio que en realidad la animatronica era controlada externamente por alguien.

Él cerró sus ojos, para volverlos a abrir en el presente. Se había envuelto en un globo de pensamientos, caminó hacia su habitación, encendiendo las luces.

Aquella familia jamás se alejaba de sus pensamientos, incluso llegó a pensar que estaba obsesionado por encontrar respuestas sobre ella.

Alguien abrió la puerta principal, Vincent no se inmutó a preguntar quién era. Ella pasó por el umbral, mirándolo con una sonrisa.

—Te traje un poco de café, ¿gustas?—dijo, señalando la bebida de sus manos, él negó con la cabeza. La joven se sentó a su lado, la preocupación del hombre no salió desapercibida por ella. —¿Qué sucede? Sé que cada vez que tienes aquel ceño fruncido es por algo que te preocupa.

—Mi trabajo… Me tiene agotado—soltó, ella ladeo su cabeza, acarició la mejilla de su hermano con dulzura. Sus ojos se movieron hacia la imagen que se hallaba en medio de la mesa.

—Hay muchos trabajos para ti, Mega Pizzaplex puede conseguir otro guardia, es hora que abandones ese trabajo, Vincent—exclamó con firmeza, a pesar de que era la hermana menor, ella parecía ser la líder de ambos.

El hombre de cabello castaño se frotó las sienes con cansancio. —Iré a dormir un poco, mi turno comienza en treinta minutos.

Ella arrugó su nariz, aceptando su decisión. Antes de irse, apagó las luces de la habitación. Cerró la puerta sintiendo una oleada fría penetrar pálido cuerpo, a pesar de vivir en un departamento con una altura extensa, la calefacción no era la mejor. Las esquinas del lugar empezaron a soltar una tinta morada, mientras ella caminaba hacia la cocina con temor.

Oyó los rumores sobre la presencia acechante de un hombre que molestaba a los inquilinos, usaba un traje de conejo de tela. No estaba solo, según los vecinos, siempre traía consigo una coneja a su lado, ambos molestaban a todos en medio de la noche.

La pelirroja se encerró en su habitación, cerró las ventanas procurando que nada estuviera abierto. Se acostó en la esquina de su cama, teniendo una linterna en sus manos. Miró al niño que yacía dormido a su lado, sonrió.

El sueño la conquistaba, trató de cerrar los ojos un poco. Para cuando los abrió, vio que era de día. Las manzanas se habían acabado, tenía que ir al supermercado por ellas. Al cerrar el departamento con la llave, escuchó a dos vecinos hablar entre ellos.

Murmuraban sobre el conejo y su compañera, habían asaltado el oeste dejando el suelo lleno de un líquido morado, al pasar entre ambas personas, los dos vecinos la miraron con atención.
El niño despertó, se encontró con al nota que se hallaba en la mesa. “Volveré dentro de unos minutos, con amor; Rubí” Gregory arrugó su nariz con disgusto, a él no le gustaban las cartas. Comenzó a hacer un avión de papel, cuando estuvo terminando, empezó a jugar con él.

Saltaba de sofá en sofá mientras alzaba al avión.

Rubí había vuelto, dejó las bolsas en la mesa mientras caminaba hacia el niño. —¿Ya has lavado tus dientes acaso?

—No—contestó Gregory, con indiferencia.

Siguió jugando, ignorándola. Ella sonrió.
Miró el reloj, ya era de que Vincent haya vuelto. Pero al ver su habitación vacía, sintió una punzada en el pecho. Caminó hacia el teléfono que colgaba de la pared, lo llevó a su oído, marcando los números.
Nadie contestó, ella volvió a dejarlo en donde estaba. Llevó un mechón pelirrojo detrás de su oreja, preocupada.

—Hey, Greg. ¿Sabes a qué hora llega Vincent? Él no me mencionó nada ayer… —preguntó la joven, Gregory se encogió de hombros, siguiendo en lo suyo.

Sus palabras cobraron vida, el hombre llegó riéndose a carcajadas junto a alguien. Ambos se sentaron en el sofá, Rubí sujetó al niño, carraspeando su garganta.

—Oh, solamente eres tú—comentó el hombre, sonriendo. Pasó su brazo detrás del cuello de aquella mujer, ambos empezaron a hablar, ignorando a los dos.

—Vincent—llamó la pelirroja, él la ignoró.

Llevó a Gregory a la habitación, ambos esperaron por horas. El hombre por fin decidió aparecer, pero con la excusa que estaba demasiado cansado como para dar respuestas, Rubí apretó sus puños.
Había llegado la noche, y ella no podía dormir.

Se levantó, escuchando risitas en el pasillo. Sacó solamente una parte de su cabeza, la oscuridad atravesó su cuerpo. Una luz morada siguieron sus ojos, al alzarlos, vio que Vincent ya no estaba.

Había sido reemplazado por un conejo hecho de tela, la sonrisa que traía le trajo náuseas a la joven. Vio a una coneja blanca a su lado, también con una sonrisa.
Tres presencias más los acompañaban, pero ellos estaban hechos de metal con un diseño en específico.

Rubí volvió a su habitación, cerrando la puerta con seguro. Procuró no volver a salir, hasta que el sol saliera nuevamente. Se acostó junto al niño, tratando de procesar lo que había visto.

Ella se durmió rápidamente, al levantarse, vio que Vincent había desaparecido nuevamente. 

Llamó nuevamente a su trabajo, nadie contestó. Se recostó en la pared, mirando al niño comer. Sus pensamientos crisparon en más de una idea, pero ninguna le fue buena, era hora de saber qué ocurría.

Rubí sabía que la historia seguiría repitiéndose, si alguien no los detenía.



Nota de la autora: capítulo modificado.

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