— Yo Mark Antoine Laurent —nos dimos las manos, no podía llorar, sí no iba a ser una novia con la cara llena de rímel, pero a quién le importa—, prometo que te cuidaré y te amaré fielmente, a través de los malos y los buenos tiempos,en la enfermedad y en la salud, tanto en la riqueza y en la pobreza. Compartiré tu alegría, tus sueños y hasta tus tristezas. Todo lo que es mío ahora es nuestro, te entrego mi mano, mi amor y todo lo que soy desde este momento hasta siempre.

Solté todo el aire que se me acumuló en los pulmones, Dios como le digo a mis ojos que no lloren ahora mismo.

Le sonreí ampliamente mientras le ponía su anillo en el dedo.

— Yo Amelia Sophie Black —yo también tenía un segundo nombre escondido, nunca pensé que saldría a la luz, más bien nunca quise decir que existía, espero que Mark no me empiece a llamar así porque la sonrisa burlona que tiene ahora mismo puesta me transmite esa sensación— prometo que te amaré por encima de todo y te protegeré, en los malos y en los buenos tiempos, te cuidaré tanto en la enfermedad como en la salud y seguiré a tu lado tanto en la riqueza como en la pobreza. Te ayudaré a lograr tus sueños y compartiré tus alegrías. Todo lo que es mío ahora también es tuyo, te entrego mi mano, mi amor y todo lo que soy desde este momento hasta siempre.

Vi como a Mark le brillaban los ojos, él iba a llorar, de hecho ya lo estaba haciendo. Me sonrió antes de ponerme el anillo en el dedo.

Ahora era yo la que lloraba.

— Por el poder que me ha sido concedido — habló el cura—, yo os declaro Marido y mujer. Puedes besar a la novia.

Este sin duda iba a ser el beso más especial de toda mi vida. Mark puso sus manos en mis caderas y yo le puse una en la cara mientras la otra descansaba en su pecho, oyendo los latidos fuertes y rápidos de su corazón.

— "Je t'aime."

— "I love you"

Susurramos antes de besarnos. La sala estalló en aplausos, mientras Mark y yo nos dábamos el beso de nuestras vidas.

Sí, sí fue el beso más especial de nuestra vida.

La gente empezó a salir para esperarnos en la puerta, mientras nosotros teníamos que firmar no sé qué papeles diciendo que nos habíamos casado. Terminamos de firmar todo y nos despedimos del cura. Nuestro fotógrafo nos estuvo llenando de fotos mientras firmábamos.

Aunque teníamos todo el sitio lleno de gente que quería ver cómo iba a ser nuestra boda y periodistas por todos lados, necesitábamos tener fotos propias.

Salimos de la capilla y todos nos esperaban abajo de las escaleras.

— Sabes qué — le dije a Mark.

— No lo sé si no me lo dices Amelia Sophie.

Lo miré seriamente.

— No pienso bajar esto con tacones.

Me los quité y me quedé tan tranquila, los del equipo de moda me matarían ahora mismo, pero a quién le importa.

Mark se empezó a reír, me encantaba su risa.

— ¿Lista? — me preguntó ofreciéndome su mano.

— Listísima.

Empezamos a bajar las escaleras y se oían unas campanas tocando que sinceramente no sabía desde donde las estaban tocando porque la capilla no tenía. Misterios de la vida.

Menos mal que mi vestido no era pesado porque como tuviera que bajar esto vestida modo princesa total me daba algo.

Era ajustado por delante y con la espalda descubierta tenía pedrería por delante pero no tanta, no era extravagante. La cola del vestido aunque si parecía un mítico vestido de princesa no tenía mucho volumen y eso lo hacía perfecto. Mi melena estaba semi-recogida y ondulada y tenía unas perlas a lo largo de las trenzas que recogían mi pelo.

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