Dulces despedidas

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Las despedidas eran difíciles, y más si te tenías que despedir de Mara Volkova.

— Adiós, abuela —Addie la envolvió entre sus brazos con fuerza.

Cuando se separaron aproveché para darle yo también un abrazo. Era la mejor persona con la que alguien podría estar.

— Disfruta de la vida Amelia y cuida de mi niña.

— Lo haré, no te preocupes, Mara.

Los padres de Addie también eran encantadores, ya había descubierto de dónde venía tanta alegría. Habíamos pasado con ellos el lunes y el martes.

— Buena suerte niñas —se despidió una vez más, Mara.

Puse mi mano en el hombro de Addie que se notaba triste mientras miraba su casa.

— Estará bien —le prometí.

— Eso espero —iba a estar en buenas manos.

La madre de Addie se había ofrecido a llevarnos hasta el aeropuerto, mientras íbamos hablando un poco de cómo les iba a Josh y a Mark en el campeonato.

Nuestro destino no era Londres, íbamos a ir directamente a Monza para el Gran Premio de Italia. Monza era uno de mis circuitos favoritos, antes lo era porque mi padre decía que no había mejor sitio para sentir la adrenalina, ahora lo era solo porque me iba a reencontrar con Mark.

Su madre nos dejó en el aeropuerto, llegábamos un poco justas de tiempo y cuando pasamos todos los controles ya estaba la gente empezando a entrar al avión.

Como habíamos acordado darles una sorpresa, les dijimos que se nos había retrasado el vuelo, ellos pensaban que íbamos a llegar allí de noche.

Nos acomodamos en el avión, teníamos varias horas de avión por delante y esta vez nuestros destinos sí que tenían diferencia horaria, exactamente de dos horas.

Empezaba a ser la hora de comer, llegaríamos allí sobre las doce de la mañana pero para nosotras eran las dos de la tarde.

Nos trajeron unos macarrones simples y sencillos, y yo me los comí mientras veía la primera película que encontré, después de un rato vi que Addie se empezaba a quedar dormida y seguí su ejemplo, yo también dormí hasta que vinieron unas azafatas a avisarnos de que ya íbamos a aterrizar.

Mientras estábamos desembarcando Addie se puso en videollamada con Josh.

— ¿Cuándo llegáis?

— A las tres de la tarde —le mintió.

Miré mi teléfono y no tenía ningún mensaje de Mark.

— Josh, ¿Sabes dónde está Mark? —le pregunté.

— Nos están haciendo unas entrevistas con... —de repente llamaron a Josh y dejó el móvil a un lado mientras un peluquero le decía que si quería el pelo rizado o ondulado, cosa que me hizo bastante gracia porque no me esperaba que los estuvieran preparando para una entrevista—, la entrevista es con Florence, la periodista rubia que estuvo con nosotros, ahora le toca a Mark con ella, yo estoy aún con el pelo.

Addie hizo una mueca de disgusto cuando vio cómo habían dejado a Josh.

— ¿Qué pasa? —le preguntó.

— Nada, estás guapísimo, Amor.

En ese momento me acordé que era la misma chica que había estado tocando a Mark en el restaurante. Confiaba plenamente en Mark, ni que fuera Andrew.

— Oye, ¿cómo es Florence? —le pregunté a Addie y no es por ser celosa, porque no lo soy.

— Bueno, es maja, pero a mí no me terminó de convencer.

— Parecía que de verdad os caía bien. —dije sorprendida. recordando aquellos momentos en los que les miraba y solo veía risas.

— No quería ser mala con ella —se encogió de hombros.

¿Cuál habrá sido la primera impresión que tuvo Addie de mí?

Josh volvió a agarrar el teléfono que descansaba sobre la mesa y ellos dos siguieron hablando, mientras que yo solo me preguntaba qué estaría haciendo Mark.

Cuando me empezó a vibrar el teléfono me emocioné pensando que sería él, pero era la abuela de Addie.

¿Cómo ha conseguido mi número?

— ¡¡Hola, querida!! —me gritó al oído—, llamé a Addison, pero no me contesta, ¿ya habéis llegado?

— Sí —le hice unas señas a Addie para que supiera que era su abuela.

— Me alegro mucho, que sepas que tu cuadro ya le llegó al comprador.

— Sigo sin creérmelo —sonreí.

— Ya te han ingresado el dinero.

Ahora la pregunta no era cómo había conseguido mi número de teléfono, la pregunta era ¿Cómo ha conseguido mi cuenta?

— No hacía falta que me lo diese —le contesté, ya tenía bastante dinero y seguro que ellos también, pero la idea de venderlo había sido de Mara.

— Ya sé quién es tu familia, pero déjame dártelo, es tu cuadro.

— Vale, gracias —no me iba a poner a discutir con ella.

Addie le colgó a Josh justo antes de salir del aeropuerto y nos subimos al taxi que nos iba a llevar al circuito, que irónicamente quedaba más cerca que el hotel.

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