La cena

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Yo, Amelia Black, odio a Mark Laurent. Siempre va tan despreocupado por la vida, que detesto la libertad que tiene, y por desgracia es la misma que yo anhelo.

Después de ese grandioso reencuentro tanto con Mark como familiar, me pasé una hora sentada en la cafetería de nuestro edificio trabajando, mientras tomaba un café y veía de vez en cuando en mi ordenador todas las noticias que habían salido de las pruebas. Por ahora las pocas que había hablaban de nuestro equipo, pero no tardarían en aparecer las que hablaran del idiota de Mark.

En cuanto a mi trabajo, se resumía en organizar las cosas que iba a hacer mientras estuviera de prácticas en la empresa de mi padre. Él mismo se había ofrecido a ser la persona que se encargaría de estar conmigo mientras hacía el trabajo, así que esperaba que él y mi profesor me pusieran una buena nota. Estaba estudiando dirección de empresas porque según mi padre era lo único que me iba a servir en la vida y alguien tenía que heredar este grandioso imperio.

Estaba tranquilamente tecleando en mi ordenador hasta que de repente vi cómo se me acercaba uno de los cocineros que trabajaban aquí, tenía la piel morena y su pelo medio largo totalmente recogido.

Creo recordar que se llamaba Mike, él también era un becario y trabajaba en las cocinas tanto en las carreras como en la sede de Inglaterra.

— Disculpe señorita Black —dijo acercándose con una bandeja que tenía encima productos de limpieza y trapos—. Vamos a empezar a limpiar todo.

— Vale, dame un momento —le pedí cerrando el ordenador y metiéndolo en su funda, se quedó mirando, pensando en si ayudarme o no a llevar el plato con el café hasta la barra. Lo cogí yo misma para que acabaran antes y él siguió mis pasos.

— Gracias señorita.

— De nada y llámame Amelia, por favor —le pedí con una sonrisa. Odiaba que me llamaran señorita Black.

Como no tenía nada más tiempo que planes me dirigí hacia la habitación de mi hermano, para buscar mi maleta. Aquella que hace no muchas horas me había causado uno de los momentos más vergonzosos de mi vida.

El mini cuarto de mi hermano estaba vacío y justo como lo había dejado todo por última vez, seguro que ni noto que había dejado mis cosas aquí, comencé a bajar las escaleras para empezar a ir hacia el hotel.

El Stars estaba lleno de gente y era raro que en estas horas, cuando ya habían terminado de probar todo, hubiera gente por el circuito.

Volví para dentro y fui en busca de Harry, cuando me di cuenta de que no tenía el coche aquí y él me podría prestar el suyo, miré por algunas de las salas antes de ir al garaje por si no estaba allí. Para mi suerte lo acabé encontrando justamente en el garaje e hice todo ese paseo para nada, yo como siempre tan afortunada.

— ¿Puedo tomar tu coche prestado? —le pregunté nada más pisar el suelo del garaje, me miró serio, pero sacó las llaves de su mochila y me las tiró.

— Ya vuelvo yo con Papá —puso las manos en las caderas y me siguió mirando seriamente.

— Gracias —dije cogiendo las llaves en el aire y haciendo el amago de irme.

— Ah y Peque, no estaría de más que la próxima vez traigas tu propio coche.

— No te preocupes —se despidió con la mano y salí por la puerta.

Harry y yo tenemos una relación bastante buena, seguramente es la mejor que tengo de mi familia. No estábamos demasiado unidos, pero nos cuidábamos entre nosotros, eso nos bastaba. Busqué en el aparcamiento el coche de mi hermano, allí estaba un Black R.63, brillante y recién adquirido. Se los regalaban, digamos que todos los coches que tiene le salían gratis, ya me gustaría a mí que me regalasen tantos coches como a él.

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