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POV: Moon Byul-Yi

Tokyo, Japón.

Desperté a las cinco de la mañana empapada en sudor. No tenía ningún recuerdo sobre el sueño que había tenido, pero sentía los rezagos de una pesadilla. Estaba intranquila, ansiosa, como si mi subconsciente estuviese trabajando en algo. Culpé al día pesado, al largo viaje en tren, a haber dormido muy tarde. Recordé que no había vuelto a hablar con Krystal desde nuestra pelea, y sentí una enorme culpa por no haber arreglado las cosas. Le mandé un mensaje diciéndole que almorzáramos juntas. Aceptó.

Me levanté, saqué mi ropa de deporte, me cambié y salí a correr. Esa era mi manera de liberar demonios y tranquilizar la cabeza: correr y que mi cuerpo se encargara de impedirme pensar en nada. En mis audífonos comenzó a sonar «Signal», de Twice: «Te mando una señal. / Pero no funciona en absoluto. / Te doy una mirada y sigo tirando pistas. / Pero no entiendes.». Esa canción siempre me había provocado una sensación especial, como de evocar algo que aún no había sucedido. Esta vez, la evocación fue casi inmediata: Sun. Dejé que el resto de ese álbum me acompañara mientras corría. Podría haber cambiado la música a mi playlist favorita para correr (que incluía Thunderous, Gee y Nunu Nana), pero no lo hice. Empezaba a ser un trending topic, cuando se trataba de Solar, mi incapacidad para mantenerme alejada.

Pensé por primera vez en la situación con ella. Yo, desde luego, tenía una relación, y no podía negar que las conversaciones con Solar habían tenido un tono que bordeaba lo problemático, pero estaba claro que aquello no se dirigía a ninguna parte y eso mismo lo volvía inofensivo. Después de todo, yo siempre había creído que tener pareja no implicaba que no pudiesen parecerte interesantes, entretenidas, atractivas, otras personas. Si a Krystal le sucediera, a mí no me molestaría.

Por un momento imaginé qué sucedería si Krystal se enterara de la existencia de Solar. Sería incómodo, por supuesto, y tal vez podría ponerse feo y costarme la relación. Krystal era celosa, aunque insistiera en negarlo, lo que yo respetaba. Pero la interacción con Sun estaba protegida por las pantallas y los miles de kilómetros de por medio, no significaba nada. Sentía que el de Krystal y el de Solar eran mundos que no se tocaban, no se molestaban y, por tanto, podían continuar existiendo en paralelo.

Regresé una hora después al departamento y aproveché de corregir algunos exámenes antes de salir. No iría a trabajar por la mañana, pues tenía una entrevista en la radio dos amigas de Radio Japón me invitaban de vez en cuando a su programa para hablar sobre relaciones y mujeres como consecuencia de la temática del blog, y a mí siempre me divertía participar.

Un par de horas después ya estaba al aire, sentado junto a  Atsuko y Sakura en el locutorio. Comenzamos a hablar sobre las mujeres a las que les gusta tomar la iniciativa y si eso era algo que disfrutábamos. «Claro que lo es», repuse yo, pero depende mucho de la persona y qué tan en control necesita sentirse». Siempre en la radio empezábamos con algún tema y la conversación degeneraba hasta llegar a cualquier otro lado; era más como una conversación entre borrachos que un programa radial, ahora que lo pienso bien.

Sakura me preguntó entonces qué me parecía sexy en una mujer.

Las chicas habían pedido al público que mandara preguntas por Twitter y comenzaron a leer unas cuantas.

-Esta está buena: ahora que están de moda los dating sites y demás, @imthesun pregunta si tú crees que te puedes sentir atraída hacia alguien sin verla en persona -dijo Atsuko.

Pendeja, pensé, y ciertos ojos pardos se me vinieron a la mente. Sabía que había sido Solar y me reí internamente como a quien le acaban de meter un golazo de rabona en un partido y no le queda otra que aplaudir.

El hecho de saber que ella estaba escuchándome despertó en mí unas ganas viscerales de provocarla y de devolverle la cortesía. Me acerqué al micrófono -tanto o más que si la tuviera al frente- y le susurré, imaginando sus ojos nueva mente.

Saliendo de la radio tuve una idea. Había que hacer justicia: ahora ella conocía mi voz y era mi turno de conocer la suya. Se me ocurrió pedirle un mensaje de voz. Tendría que usar WhatsApp, aunque no habíamos usado nunca ese chat, y yo no se lo había propuesto tampoco: sabía que facilitaría nuestras interacciones y eso podía ser peligroso. Pero, por otro lado, realmente quería conocer su voz.

Recordé que en un mail que me había mandado estaba su celular en la firma. ¡BINGO! Un par de minutos después estábamos chateando. Le dije que había que equiparar la balanza y ella solicitó que yo decidiera qué debía decir en ese mensaje de voz. Le pedí que describiera lo que tenía puesto. Tenía tantas ganas de conocer su voz, y tanta curiosidad por ir llenando el rompecabezas mental que tenía de ella.

-Mi pijama de pingüinos - sonó una voz extranjera, con una sensualidad ridículamente exagerada.

Me reí a carcajadas. Reclamé una grabación de verdad (porque realmente quería conocer su voz). Segundos después llegó a mí su voz, pastosa, fresca, rica. Su acento era tan distinto, más pausado y con un ligero canto detrás. De trabajar en radio, me tendría a mí entre su público todos los días. Había grabado su mensaje sumamente cerca del micrófono, y la sentía susurrarme al oído. Me dieron ganas de besarla. Reproduje el mensaje unas tres o cuatro veces seguidas. Me gustó la idea de seguir conversando con esa voz, así que le propuse hablar por Skype por la noche. Aceptó.

Click [MoonSun] [Finalizada]Where stories live. Discover now