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Moon Byul-Yi

Tokyo, Japón.

Un rayo de luz entró colándose entre las persianas que se movían por el viento. Desperté con el cuerpo pesado y la cabeza a mil, como siempre. Eran las cinco y media, la hora programada en mi despertador interno. Solía dormir tarde y el sueño me duraba apenas un par de horas, una costumbre mía que resultó de gran ayuda en la universidad, cuando te devoraras libros de seiscientas páginas sobre Derecho hasta las tres de la madrugada. Krystal dormía aún.

Me levanté sigilosamente, caminé hacia la cocina y encendí el hervidor. El agua empezó a burbujear y, de repente, se apagó. Intenté desenchufar el artefacto y volverlo a enchufar, pero nada. Krystal se movió en la cama, como pronta a salir del sueño. Guardé silencio. Ella me había dicho hacía un par de días que el hervidor andaba raro y que mejor comprara otro. Yo le respondí que no me parecía necesario comprar uno nuevo hasta que el actual se echara a perder, y terminamos teniendo la más absurda de las peleas alrededor de eso. No sé por qué nos daba tanto por jugar al Buscaminas en nuestra relación.

Krystal se despertó y comenzó a llamarme. Fui hasta el dormitorio y me eché con ella en la cama, abrazándola. Un par de sus mechones rubios me hicieron cosquillas en la nariz, los aparté y sentí débilmente la fragancia floral de su pelo. Miré hacia el velador: el reloj marcaba 6:59, lo que significaba que en un minuto más sonaría el despertador. Al lado estaba una foto de las dos abrazadas el día de nuestra graduación. Ese 2008 fue uno de los mejores y peores años de mi vida: había terminado la universidad con éxito y empezado mi relación con Krystal, pero había sido también el año en que perdí a mi abuela.

El insoportable sonido de la alarma nos hizo saltar ligeramente

-Buenos días.

-Buenos días.

Le di un beso en la mejilla y una palmadita en el trasero. Ella se incorporó entre risas y me dio un golpe en la mano. Me levanté y abrí la llave de la ducha, mientras ella me gritaba desde la cama que no me demorara, porque tenía que salir temprano. Pensé por un momento en decirle que me acompañara, pero no estaba muy de ánimos para una sesión de sexo incómodo bajo el agua.

La ducha, las piscinas, los jacuzzis, lugares eróticos tan sobrestimados. Debería publicar algo en el blog sobre eso, pensé, enjuagándome el shampoo.

Krystal y yo compartimos, apuradas, una taza de café, y partimos ambas hacia el metro. Antes de separarnos en direcciones opuestas, me gritó que la llamara más tarde para ver si hacíamos algo. Le dije que probablemente me quedaría trabajando, pero que le avisaría. Entré al vagón apretándome contra un calvo en terno que se tambaleaba.

-No bailo pegado hasta la tercera cita-le dije al calvo, pero él optó por ignorarme. Una chica soltó una risita.

Llegué a la oficina y Yuta estaba sentado en mi puesto. Le encantaba hacer eso; era un ademán para recordarme quién era el jefe, pero lo hacía sobre todo porque, si necesitaba mostrar autoridad, no creo que sea conveniente que una chica de 1.63 sea más alta que su jefe barbudo y regordete de 1.57.

-Se agradece la calentada de asiento, perro.

-Te recuerdo, chistosita, que tenemos que lanzar una revista en un mes y todavía no he visto ningún avance. Supongo que hoy te quedarás a trabajar hasta quemarte las pestañas.

-Siempre envidiaste mis pestañas coquetas -le dije, batiéndolas.

-Moon, idiota...

-Yuta...

-Tengamos un día tranquilo, ¿por favor? En la medida de lo posible.

- Okay, pero vas a tener que dejar mi silla.

Click [MoonSun] [Finalizada]Where stories live. Discover now