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POV: Moon Byul-Yi

Tokyo, Japón.

No va a salir, el cabrón no va a salir, pensé, mientras volvía a empezar a leer la misma revista que tenía en las manos desde hacía cuarenta y cinco minutos en el lobby de una de las principales empresas petroleras de Japón, en el corazón de Tokyo. Siempre es lo mismo con los grandes peces: se sienten más poderosos ignorando tus llamadas y haciéndote esperar. Creen que eso contribuye a intimidarte.

Si Kim Seok Jin aceptó recibirme en su oficina, fue solo porque algún monigote al que le pagaba como asesor se lo había recomendado, como movida para calmar a los medios. Y con la acotación importante de que tenía que ser en su territorio, para que así yo, desde el principio, me sintiera incómoda, inquieta, fuera de lugar.

Pero esa jugada de principiantes me la sé de memoria. Una notificación activó mi celular: tenía una mención en mi cuenta de Twitter. Una chica recomendando a otra FAQWomen. Nada del otro mundo.

Sonreí. Qué distinto era ese otro mundo que visitaba a ratos: hablar de minas, de relaciones, de sexo. Era liberador sacarse esos temas de adentro. Eso sí, estaba segura de haber ganado casi tantos enemigos políticos con mis reportajes sobre corrupción, como enemigas con mis artículos sobre el quehacer femenino, pero sin duda valía mucho más la pena esperar por una mujer guapa cuarenta y cinco minutos que por un empresario guatón y de pocos escrúpulos.

-Parece que el señor Kim está acostumbrado a evadir. Hoy me evadió a mí; en los últimos tres años, a sus impuestos -twitteé en mi cuenta personal, y reí pensando en que mi editor probablemente llamaría diez segundos después para amenazarme con la carta de despido si seguía provocando demandas por difamación. Pero no era una difamación. Había gato encerrado en todo eso, y la única manera de agarrar a un pez grande es poniendo un anzuelo lo suficientemente llamativo.

-Señorita Moon. -dijo una voz femenina a mi lado; el pez parecía haber mordido-, el señor Kim quiere disculparse porque no podrá concretar la entrevista con usted, debido a unos imprevistos en su agenda. Los señores de seguridad la acompañarán hasta la salida - concluyó sin inmutarse, mientras dos hombres gigantes me agarraban por los brazos.

-Se agradece la ayuda, señores, pero puedo caminar sola. -dije, deshaciéndome del amarre y avanzando hacia el ascensor. Yuta me va a matar, pensé, mientras se cerraban las puertas.

Saliendo del edificio vi que tenía cuatro llamadas perdidas de Yuta, el editor en jefe del diario, que debía ya estar en el nivel de enojo donde empezaba a parpadear demasiado. Agradecí que la conversación que estábamos a punto de tener no fuese en persona. Llamé.

-Moon, idiota, ya no sé si te debo la gastritis, la pelada o los quince kilos de más.

-No me responsabilizo de lo último, ¿me viste cara de empanada?

-Oye, nos costó dos semanas que Kim aceptara darnos una entrevista y tú y tus presumidos dedos no pudieron quedarse tranquilos.

-Te diré que eso me ha traído más de una mina...

-¡Moon! Córtala con la estupidez, que esto es serio. Tienes un buen caso aquí, ¿Pero sabes qué no tienes, además de humildad?

-Jabón, se me acabó en la mañana.

-¡PRUEBAS, Moon! No me sirve que me digas que te cogiste a Megan Fox, si no me traes fotos, ¿Me entiendes? Y tus posibilidades de acercarte a esas fotos acaban de desaparecer por hacerte la importante en Twitter.

-Ya, Yuta, sí lo sé. Igual no creo que hubiese cambiado nada, Kim me tuvo esperando casi una hora, estaba claro que no se moría por verme, y si le molestó mi tweet pero no me recibió, es porque no tiene clara su defensa. Y eso es bueno, significa que lo estamos poniendo nervioso.

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