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Mi primer pensamiento del día fue Moon, y lo que había pasado la noche anterior. Una mezcla de vergüenza y enojo me hizo hundir la cara en la almohada en un intento por desaparecer un rato más del mundo. ¿Qué había sucedido? Era como si hubiésemos estado a milímetros de plantarnos un beso y ella hubiera decidido darse media vuelta, dejándome ahí, con la boca en puchero.

¿Era este otro caso de malinterpretación femenina? No era improbable, dado mi historial de mala comprensión cuando de señales se trataba. Como prueba irrefutable estaba Sehun.

Sehun, con sus interminables acercamientos que siempre parecieron más de lo que eran, el maestro de las señales mixtas y el tira y jala. Siempre entraba en un nuevo capítulo con él sintiendo que las cosas iban a ser distintas, que ahora sí, por fin, habíamos en contrado la manera de tener algo juntos sin destruirnos un poco en el medio. Pero no, su interés por mí siempre tenía fecha de vencimiento.

Lo peor de los Sehun del mundo es que, incluso mucho después de que el corazón ya parchó, sigue herido el orgullo y continúa atormentándote la idea de que no fuiste suficiente.

Eso es lo que yo llamo empezar el día con pensamientos positivos, me dije, mientras agarraba la computadora para c̶h̶e̶q̶u̶e̶a̶r̶ ̶s̶i̶ ̶t̶e̶n̶í̶a̶ ̶a̶l̶g̶ú̶n̶ ̶m̶e̶n̶s̶a̶j̶e̶ ̶d̶e̶ ̶B̶y̶u̶l̶ darle una oportunidad la escritura.

Un par de correos nuevos: cupones para almorzar, estados de cuenta bancarios y algún que otro mailing que nunca leía pero del que me daba flojera darme de baja. Moon permanecía igual de callada que la noche anterior.

Abrí el borrador del libro y les di una leída a las últimas páginas que había escrito. Las odié. El tono se sentía extraño, algunas frases me sonaban forzadas y, en general, vino a mí la sensación de ser demasiado superficial.

El cursor parpadeó varios minutos más sobre la página incompleta. Tal vez lo que necesitaba era un poco de inspiración: hacía tiempo que no salía en una nueva cita, y sabía que era importante que el libro tuviera algunas sorpresas, algo que no se pudiera encontrar en el blog. Aunque no todo lo que escribía surgía necesariamente de mis propias experiencias, siempre había sido más divertido cuando sí lo eran. Analicé quién podía ser la siguiente víctima.

Estaba Han, mi ex compañero de trabajo de hacía algunos años, con quien mantenía contacto gracias a que, bueno, él mantenía el contacto conmigo. Cada vez que chateábamos me invitaba a salir, y yo quedaba en avisarle cuándo, pero nunca lo hacía. Es un buen tipo Jisung, pero desde que lo conozco, un grillete lo acompañaba para todas partes, cortesía de su exnovio. De una u otra manera este personaje, a quien él insistía que ya había olvidado y que los demás debíamos entender eso, siempre encontraba la manera de aparecer en sus conversaciones. Y no hay nada peor que intentar tener un ménage-à-trois con un hombre y el fantasma de su ex.

A menos que necesites inspiración para un blog sobre citas con hombres equivocados. Sorprendí a Han por Facebook proponiéndole tomarnos unos tragos «por los buenos tiempos» en un café al que solíamos ir para los after-office. Aceptó y quedamos en encontrarnos ahí a las siete de la noche.

A las 6:40 estaba camino al lugar. Entré a Twitter por el celular buscando alguna pista sobre Moon, pero parecía que se la había tragado la tierra. Recordé que me contó que estaba invitada a dar una charla en el sur de Japón. Decidí no dedicarle más neuronas al asunto y asumir que estaba ocupada.

Llegué al bar y Jisung me esperaba en la puerta. No había cambiado tanto: alto, rubio y rizado, lentes y una sonrisa simpática y querendona. Un buen tipo, sin duda. Lo abracé y le recordé que la última vez que nos habíamos ido a una fiesta juntos había sido en la fiesta de Navidad de la empresa, y que si esta vez lográbamos superar la noche sin cantar Pimpinela en un karaoke, ya sería un éxito rotundo nuestro encuentro.

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