Capítulo 35: Sin derecho a olvidar.

Start from the beginning
                                    

Ah, era eso. Por eso me había citado allí.

Volví a mirar a mí alrededor, a las personas que se aglomeraban en distintas obras y compartían su opinión, su dolor. Otras parecían llorar desde adentro, sin exteriorizar nada más que una mirada amarga. Sí, aunque la tristeza nos hiciera sentir aislado, en el fondo, todos compartimos el mismo dolor.

—No estamos solos... —murmuré.

—¿Vamos a tomar algo? —ofreció con tono paciente, retomando su camino y avanzando con la elegancia propia de una mujer de cincuenta años.

Se llamaba Natalia Cordula de Novelli y era la directora del conservatorio de la ciudad. Se especializaba en interpretar el chelo, tocándolo con una majestuosidad impresionante, algo que la llevó a tocar en muchas partes del país y fuera de él. Una persona admirable, sin lugar a dudas; con su piel morena, sus ojos pardos y su cabello negro que apenas mostraba signos de canas. Y era la esposa del doctor Novelli. Intuía que quería hablar conmigo sobre el asunto de la adopción de Erick.

No parecía que tuviera cincuenta años, se conservaba muy bien y su porte era tan fino como elegante, digno de un músico. Quizá se debía a la falta de hijos. El sufrimiento de los hijos envejece muy rápido a las mujeres. O al menos era la teoría que manejaba.

—Mi esposo me contó acerca de lo que tienes planeado —dijo en cuanto la taza de café llegó a sus manos. Yo solo había pedido un frappe con chocolate doble—. Investigué al chico del que hablas. Como sabrás, debo cuidar la reputación de mi marido y la mía. Un chico que se dedicaba a la prostitución llevando nuestro apellido es un asunto serio, si sabes a lo que me refiero.

—Lo entiendo bien. No tiene por qué preocuparse. Yo me ocuparé de Erick. Lo que de verdad necesito es precisamente eso: su reputación para adquirir la custodia de él. Aún es muy joven, necesita que alguien cuide de él y yo lo haré.

Natalia guardó silencio durante un minuto, inspeccionándome con sus ojos serios. Debía admitir que me parecía una mujer tan impresionante como intimidante, el tipo de mujer que no necesitaba elevar la voz para imponer respeto.

—Estuve pensando —comenzó diciendo con tono paciente—, en las condiciones que voy a proponer para aceptarlo como parte de mi familia.

—¿Qué quiere a cambio?

—Quiero que ese muchacho venga a vivir con nosotros —si no me atoré con el frappe fue por obra y misericordia de Dios—. Si de verdad quiere que lo adoptemos, entonces lo adoptamos con todas las reglas; él viene a vivir con nosotros, se educa y se convierte en una persona de bien. Pero —hizo una pausa y me miró con seriedad—, solo si él está dispuesto a abandonar la vida que llevaba. No toleraré en mi casa a un muchacho que decida perderse a sí mismo dentro de la prostitución, ¿comprendes? Su orientación sexual es lo de menos, lo mismo que su falta de voz. Eso apenas son rasgos de una persona, pero vender su cuerpo por dinero ya es una mala decisión y eso no lo aceptaré.

—Tengo la plena seguridad de que Erick no va a volver a ese mundo. Aun así, yo... no sé si él quiera ir con ustedes. Tiene quince. Sabe pensar por sí mismo y no la conoce. ¿Qué pasaría si él no quiere ir?

—Entonces, no lo obligaré.

Salí de allí preguntándome si Erick aceptaría conocerla y vivir con ellos. Sabía que era un chico entusiasta y podía ganarse el corazón de todo el mundo, pero irse a vivir con personas desconocidas era harina de otro costal. No esperé que ella de verdad lo quisiera criar como un hijo. Era una oportunidad tremenda a mi parecer; ser cuidado por un doctor y por una música. Podrían darle un futuro mejor del que yo le pintaba, tendría la oportunidad de salir adelante y tener opciones.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Feb 22, 2022 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

La miserable compañía del amor.Where stories live. Discover now