❄️Capítulo 29❄️

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Lágrimas frías comenzaron a rodar por las mejillas de Candy, y él las limpió.

—No llores —susurró, dándole un suave beso.

—Es que... son lágrimas de felicidad —sollozó.

Él sonrió y la abrazó, pegándola a su pecho con un suspiro.

Y el frío se anudó entre los cuerpos cálidos, que permanecieron callados por el resto de los minutos, sólo abrazados, cómo si pudieran transmitir todo el amor de un cuerpo al otro de aquella manera.

Y así se sentía.

Cómo amor puro y verdadero.

—¿Podemos subir a la rueda de la fortuna? —preguntó ella, deseando estar mucho más alto que en aquella montaña.

—Por supuesto, vayamos —sonrió él.

Corrieron montaña abajo a carcajadas, con la respiración entrecortada, hasta que llegaron de nuevo a la feria. Ninguno de los dos parecía poder dejar de sonreír. Caminaron directo a la rueda y cuando se subieron, los ascendieron sólo un puesto mientras se seguía llenando.

Jóvenes y enamorados, siendo tontos cómo novios por primera vez. Tomados de la mano y besándose, como si de un cuento de hadas se tratase. Cómo si no existiesen tantos temores de por medio. Reían sin que ninguno dijera nada. Era más bien risa de felicidad. Sólo se miraban y reían. Y se palpaban. Y se besaban. Mientras la rueda subía.

Cuando estuvieron en la cima, por fin, el mundo pareció brillar ante los ojos de Candy. Eran tantas luces al final de la oscuridad, que casi trazó su propio camino.

—Leonard —dijo, aun mirando a la distancia—. ¿Cómo puedes estar bien con todos esos rumores?

Y luego hubo silencio. Ella siguió mirando a la distancia, porque no tenía el valor de mirarlo. Y pasaron algunos minutos antes de que él contestara.

—No estoy bien.

Fue entonces cuando ella volteó a mirarlo. Algo había dolido dentro de ella. Sintió que su piel se erizó y perdió el aire.

—No estoy bien siendo un traficante, ni mucho menos siendo señalado como asesino. Sólo lo aprovecho a mi favor. Pero no estoy bien con eso. Sólo resisto un poco —la miró—. Así cómo tú.

Ella tragó grueso y lo tomó de la mano.

—Lo lamento mucho.

—Yo también. Pero a tu lado me siento mejor —susurró él, suave, ronco, y parpadeó lento—. En momentos como éste me olvido de todo lo malo, y sólo eres tú, y esos ojos azules que gritan que eres el cielo. Y es allí donde quiero estar. Contigo —entonces la tomó de las manos, y mirándola directo a los ojos, lo dijo—: Te amo, Candy.

Cada una de sus palabras entraban a la piel de Candy, y corrían por sus venas cómo una marca permanente que le arrebataban cada espacio de su alma. Y allí, cuando le dijo que la amaba, ella no tuvo espacio para reprimirlo. Soltó un hipo, lleno de desasosiego.

Y Leonard rió.

—Niña tonta —dijo antes de besarla.

¿Por qué se llamaba la rueda de la fortuna? ¿Era acaso, porque todos los que subieran, serían afortunados? Porque así se sentía Candy. Cómo la gran afortunada de la que Hazel había hablado.

Había encontrado su camino en el mundo y no tenía dudas.

En toda su vida, nadie, jamás, le había dicho que la amaba. Ni siquiera sus padres habían transmitido aquellas fuertes palabras. Y lo había dicho él. El chico de sus pesadillas.

Hermosa Pesadilla [Completa ✔]Where stories live. Discover now