—¡Voy! —grita Clemente y llega corriendo a nuestro lado.

—Sé que esto es solo un partido amistoso, pero aun así quiero que se lo tomen en serio ¿Entendido? 

—¡Entendido! —respondemos todos.

—¡A calentar! 

—¡Si entrenador! 

Dicho eso, comenzamos con la rutina que hacemos antes de cada partido, para entrar en calor y estar listos para el juego.

El silbato suena y el partido da su inicio, por lo que comenzamos a movernos de un lado a otro para intentar hacernos dueños del balón cada vez que está cerca nuestro.

Cuando por fin la pelota llega a mis pies y estoy cerca del arco, no pierdo la oportunidad de dar con fuerza y ver cómo esta impacta la malla, anotando el anhelado gol.

Antes de que mis compañeros puedan correr a abrazarme, los esquivo y corro a las gradas, esquivando a las personas que están sentadas, hasta llegar a la fila de la mitad, mirando la cara de confusión de Emma.

—Eso es para ti, Campanita —la tomo de las mejillas.

Como si viviera mi propia escena de película romántica, el público presente festeja nuestro beso en vez del gol que acabo de meter, pero poco a poco ese bullicio se comienza a volver inaudible y solo siento el roce de los labios de mi rubia sobre los míos.

Claro, hasta que escucho la voz de mi querido entrenador.

—¡Andreotti baja de ahí ahora mismo!

—Te va a matar —dice Emma riendo.

Bajo la mirada de todos los presentes, vuelvo a la cancha, donde aún hay varios distraídos mirándome.

—¡Una más y te saco del juego!

Vuelvo a entrar al campo de juegos, pero no necesito que el entrenador me saque, ya que un idiota del otro equipo se encarga de eso dejándome tirado en el suelo. Bravo, Andreotti, después de tener tu momento de fama has quedado en el suelo como un trapo viejo.

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Emma me suelta la mano y me dedica una pequeña sonrisa que la hace ver tierna. Al parecer hoy está un poco más serena al saber que este día es un poco emocional para mí, y además al entender en carne propia la situación.

—Yo iré a dejar esto a la tumba de mi madre —me muestra las flores —Y luego te esperaré en una de las bancas libres.

—Está bien.

—Nos vemos —me da un beso en la mejilla y me extiende las dos rosas azules.

Las tomo y sin decir nada más cambio el rumbo de mi dirección para ir a donde está la lápida con el nombre de mi padre y me dejo caer frente a ella como es de costumbre.

—Hoy serían 37 años —digo un poco triste —Habrías cumplido 37 años y quiero imaginar que habríamos estado pasando el día juntos, como padre e hijo —reprimo las lágrimas —Estaríamos haciendo idioteces y Walker nos estaría regañando por lo inmaduros que seríamos juntos. —dejo una de las flores junto a la lápida —En este momento me gustaría tenerte frente a mí, abrazarte y contarte tantas cosas, papá —dejo que una de mis lágrimas corra —Me encantaría presentarte a la chica que me gusta para que notaras que encontré a mi enana, pero no porque desee con todo mi ser que tú estés aquí eso va a pasar —dejo la otra rosa —Feliz cumpleaños, papá —sonrío de medio lado y me levanto del suelo —precisamente hoy me duele estar aquí, pero te recuerdo cada día —aparto las lágrimas de mi rostro —Walker vendrá más tarde.

Las Notas De Bruno #2 Where stories live. Discover now