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Miro a Emma con la misma cara que la llevo mirando durante la última hora, mientras ella parece estar tranquila comiendo una de las donas de chocolate que trajo Neels

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Miro a Emma con la misma cara que la llevo mirando durante la última hora, mientras ella parece estar tranquila comiendo una de las donas de chocolate que trajo Neels.

—Ya llevas mucho tiempo con esa cara —dice Neels —¿Qué tiene? —le pregunta a Emma.

—No lo sé —dice ella encogiéndose de hombros, lo que me hace arquear una ceja en su dirección, porque ella sabe perfectamente lo que me pasa.

—Vale, te dejo al amargado —le dice Neels a Emma —Yo volveré más tarde.

—Adiós, Neels —dice ella con una sonrisa que la hace ver inocente.

—Hasta pronto —le responde él.

Me cruzo de brazos y sigo mirando a Emma un poco molesto, aunque la verdad no estoy del todo molesto, es solo que me dejó como a un niño cuando le quitan su dulce.

—Quita esa cara —me dice Emma —A mí me pareció divertido.

—¿Divertido? —arqueo una ceja —No es divertido como me dejaste.

—Pero si te pareció divertido como comenzó —rodea el mesón y se para frente a mí. —No actúes como un niño —dice al ver que no hablo —Aparte, Neels llegó justo dos minutos después —junta sus manos detrás de mi nuca.

—Un beso podría compensarlo —digo dejando ver mi sonrisa.

—Ya comprobé que si tengo un poco de efecto en ti —dice cerca de mi rostro —No quiero dejarte con las ganas una vez más.

—Me arriesgo —me acerco un poco más a ella pasando mi mano por su cintura y acercándola al espacio entre mis piernas.

Estar sobre el taburete, mientras ella está de pie, nos deja a una altura un poco más cómoda para mí, ya que no tengo que inclinarme tanto para poder besarla.

—Es hora de que me lleves a casa —dice antes de que pueda llevar mis labios a los suyos.

—Me opongo a tu petición.

—¿Seguro? —suelta una risita y elimina el centímetro que nos separa.

Comienza a mover sus labios sobre los míos, dejándome rápidamente a su merced. Debería odiar que ella tenga el control sobre mí, pero la verdad es que me encanta que por primera vez alguien pueda tener el poder de manipularme de la mejor manera.

—Llévame a casa —dice contra mis labios.

—A tus órdenes, Campanita.

Me dedica una sonrisa y se separa de mí para ir a mi habitación por sus cosas. Salimos del departamento y hago algo que nunca me imaginé hacer mientras viviera mi época de colegio. Le quito la mochila y la cuelgo en mi hombro para luego tomarle la mano y entrelazar mis dedos con los de ella.

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La puerta principal se abre, por lo que despego mi mirada de la televisión y me giro a mirar a mi madre junto a Neels, el último cargado de bolsas. Mamá me da un rápido beso en forma de saludo y luego se va a su habitación para ponerse algo más cómodo.

Las Notas De Bruno #2 Where stories live. Discover now