Las hojas en blanco eran mi refugio, dejar mis pensamientos a través de las letras me mantenía cuerdo por la vida. Las notas de Bruno eran mi verdadero yo, sin embargo, de un momento a otro ella comenzó a llenar mis hojas en blanco con su sonrisa, p...
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Dejo las rosas azules en el florero y le dedico una sonrisa a la lápida de mármol. Dejo caer mi cuerpo en el césped un poco marchito y clavo mi mirada en el cielo cubierto de nubes, unas blancas y otras un poco más oscuras.
—Hola, Dylan —digo con una sonrisa —Feliz navidad con un día de retraso —un pequeño rayo de sol se asoma entre las nubes y me da directo en el rostro —Mi navidad fue de locos —confieso —En nochebuena desaparecí en mitad de cena y durante navidad desaparecí toda la mañana.
Toda la mañana porque no quería volver a casa, así que estuve caminando en una plaza que se veía solitaria, pero me dio hambre, por lo que tuve que volver a casa.
—Siento que mi vida ha cambiado bastante este último año —suspiro —pasé de tomarme todo como un simple chiste, a estar preocupado constantemente de una chica que me consideraba un idiota inmaduro. Quizás aún lo piense, pero no se atreve a decirlo en voz alta —suelto una risa al pensar en que le sigo pareciendo inmaduro —posiblemente le tenga el cariño que se le tiene a una hermana, o qué sé yo, no es como que tenga mucho con lo que comparar.
Me cubro el rostro al sentir otro rayo de sol darme en la cara. Tengo suerte de que el lugar esté casi vacío, ya que de seguro pensarían que estoy loco, además que una que otra persona pensaría que es una falta de respeto estar soltando pequeñas carcajadas en un cementerio, pero es algo que a mí me hace sentir bien, porque en este lugar está el cuerpo de mi padre, o posiblemente lo que quede de él.
—¿Qué más te puedo contar? —pregunto a la nada —Qué Niccolo me estresa incluso más que Neels y aún tengo que soportarlo 3 días más. Desde que llegó hemos estado en esa fase de insultarnos, así que de seguro mañana ya pasaremos a la de familia que se ama.
Me recuesto de medio lado y clavo la mirada en la lápida con el sol. Me gusta leer el nombre de mi padre, pero cada vez que mi mirada baja a la fecha siento una presión en el pecho. Tenía 18 años, era un poco mayor que yo cuando la muerte decidió llevárselo y otra cosa que me duele bastante, es saber que yo nací 10 días después de su fecha de cumpleaños.
—Yo... creo que me tengo que ir —le murmuro a la lápida y quizás sea un poco idiota sentir vergüenza por querer llorar en este lugar, pero todos vemos el mundo de maneras distintas y yo siento que él está cerca mío cuando estoy aquí o en su antigua habitación —Addio papà.
Me levanto de mi lugar y salgo a paso rápido del cementerio, encontrándome en la entrada con una mujer que llora, mientras otra le acaricia el cabello para intentar calmarla. Épocas de navidad, cuando la familia se reúne, pero también recuerdas a quienes ya no están.
Me subo al auto y antes de poder arrancar, siento vibrar mi celular en mi bolsillo, por lo que lo saco para ver que es, antes de abandonar el lugar.
