DOPENESS ━━ OUTER BANKS

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Al abrir la puerta de mi casa con la ropa empapada, restos de lágrimas por mis mejillas, llena de suciedad y acompañada por una patrulla de la isla de Kildare me esperé perfectamente encontrarme con mi madre. Claro que me esperaba la expresión que tenía en su cara cuando me vio llegar así y se despidió con la mano de la policía. Me había esperado el fuego que crepitaba en sus ojos mientras me miraba con decepción.

Me esperaba la cara de mi abuelo, arrepintiéndose de haberme dado tanta libertad y haber confiado en mi. Ahora me miraba así en el umbral de la puerta de nuestra casa.

Pero había algo que sí que no me había esperado: mi padre y mi abuela.

Ellos estaban allí también y yo sentí que todo mi cuerpo se paralizaba mientras llegaba a la entrada y los miraba con los ojos muy abiertos. Mi abuela me miraba con el ceño fruncido y mi padre se cruzaba de brazos con una expresión inescrutable.

—Hola —musité sonriendo un poco, aunque no tenía demasiadas ganas de hacerlo.

—¿Hola? —Mi madre parecía no dar crédito. Estaba a punto de explotar—. ¿¡Hola!? ¿Es lo único que vas a decir después de desaparecer por días?

No tenía excusa para lo que había hecho, lo sabía. Pero era lo que ocurría cuando tu madre era una arpía que te castiga a la más mínima, y acabas haciendo más estupideces. Aunque claro que no le diría eso en voz alta.

—Perdón —dije con sinceridad. Miré a mi padre y a mi abuela—. ¿Qué hacéis aquí?

—Yo también me alegro de verte, Charlotte —dijo mi padre. Yo bajé la cabeza sin saber qué decir, pero mi padre se acercó a mi y me abrazó a pesar de la ropa sucia. Me besó la cabeza y yo escondí mi rostro en su polo—. No puedes darnos estos sustos. Hemos venido tu abuela y yo porque Cynthia nos llamó preocupada por ti. ¿Sabes lo mal que lo hemos pasado?

Se separó de mi y me miró severamente a pesar de no lucir tan enfadado con mi madre. Mi abuela se acercó a mi y me abrazó también susurrándome que se alegraba de que estuviera bien.

—Han detenido a John B. —anuncié intentando contener las lágrimas.

Mis familiares se miraron entre ellos y después mi abuelo indicó que sería mejor que entráramos al interior de la casa. Mi madre me dejó pasar antes sin dejar de mirarme con esos ojos centelleantes y que parecían rayos láser a punto de dispararme.

Caminé tímidamente al salón de nuestra casa y allí esperé a que todos entraran para hablar conmigo. Topper bajó las escaleras de la entrada y entonces me miró con sorpresa. Entró en el salón detrás de los demás y se cruzó de brazos sin ocultar su asombro.

—¿Qué ha pasado?

—Cállate, Topper. —le cortó mi madre—. Tú también tienes culpa de esto. ¡Me mentiste!