Shanedville, un pequeño pueblo tranquilo, habitado por gente amable y siempre dispuesta a ayudar, hasta que un suceso los marca para siempre.
Mayo de mil novecientos noventa y uno, Rose y EJ, unos adolescentes cansados de sentirse amenazados, decide...
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Viernes, 8 de febrero 1991
Al salir de clase EJ me acompaña al coche, por mucho que yo he intentado hablar con Judy de nuevo ella no ha hecho más que esquivarme, necesito saber si lo que me dijo en la última conversación es cierto o no.
—Deja de pensar en ella, hoy es nuestro día, mis padres no están y los tuyos se piensan que vas a estudiar con una amiga —me recuerda.
Y eso me hace sonreír, pensar en desconectar del mundo me hace feliz.
—Te recogeré a las seis en la parada del bus, acuérdate —pide besándome lentamente.
Llegada la hora salgo de casa, mi madre me despide recordándome que mañana a primera hora me quiere de vuelta.
EJ aparece a la hora que hemos acordado y me subo en el coche, alterada. Con los nervios a flor de piel, se adentra hacia el bosque.
Aparca en la explanada y me tapa los ojos después de una larga pelea para que no lo haga, entre risas me guía por algún camino mientras yo no dejo de gritar a cada paso por el miedo de lo que pueda pasar.
Cuando se frena de golpe me asusto y se aleja de mí.
—¿EJ? —digo moviéndome un poco con los brazos por delante. Cuando lo toco doy un grito—. ¡¡Idiota!! —lo regaño, y él me besa en respuesta.
—¿Preparada? —susurra en mi oído.
Asiento, él deshace el nudo del pañuelo, adapto mis ojos a la luz y me quedo impresionada.
Estamos en la casa abandonada del lago, dentro de una de las habitaciones, hay una hoguera en una especie de bidón típico de líquidos, está todo decorado de una manera tan bonita que me derrite el corazón, se ha encargado de limpiarlo todo, poner una alfombra gigante y encima un colchón de camping, además de unas mantas gigantes encima para resguardarnos del posible frío que pueda hacer, aunque lo cierto es que se está bastante calentito dentro de la estancia.
—Y aquí está la cena. —Sonríe feliz enseñándome una cesta.
Lo observo bien, guardo cada parte de su rostro en mi memoria para poder recordarlo cuando tenga un mal día o momento, saber que él siempre está a mi lado para ayudarme con todo, sufriendo esta locura conmigo.
Me acerco para besarlo suavemente, él me rodea por la cintura y dejando la cesta me lleva hasta el colchón, donde me deja caer entre risas.
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Aiiiiiiixxx que estos dos, a pesar de todo lo que tienen encima, siempre consiguen derretirme el corazón.
Os leo. ❤ ❤
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