Capítulo 42

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Eso no es todo

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Eso no es todo.

Estoy en el salón mirando la tele cuando Hope llega corriendo emocionada.

—Casper acaba de llamarme, podemos ir a su casa, sus padres se van a comprar y podemos hablar con el abuelo sin que nadie nos escuche —dice sonriendo—. ¡¡Vamos!! —me apura.

Salgo corriendo escaleras arriba para ponerme algo más decente y no ir en pijama. Cogemos el coche y nos dirigimos directos a casa de Casper, que está cerca del teatro.

—Por aquí —susurra el rubio en cuanto entramos, nos guía al salón y vemos allí a un hombre mayor leyendo el periódico—. ¡Abuelo! Estos son los amigos que te había explicado.

El hombre se gira y nos mira fijamente, estudia nuestros rostros, y yo me pongo un poco nervioso; una vez sheriff, siempre sheriff, se nota en la manera de observar.

—Encantado, señor, mi nombre es Hope Mayers —se presenta mi hermana—. Él es Ezra, mi hermano.

—Encantado, por favor, sentaos —nos invita él con voz ronca señalando el sofá que hay a su lado.

—Abuelo, queríamos preguntarte sobre algo, no sé si lo recordarás —empieza a decir.

—Verá, señor, hace treinta años, un accidente en el lago, donde se incendió un coche y murieron dos adolescentes, revolucionó el pueblo. Nos preguntábamos si recordaría aquella noche —finalizo yo.

El hombre me mira y luego a mi hermana.

—Fue una noche muy confusa —empieza a explicarnos, pone la vista en la lejanía como trasportando su mente a aquel momento—. Aquel accidente marcó el final de mi carrera.

—Lo sabemos, abuelo, pero necesitamos saber si recuerdas qué sucedió, si nos cuentas el más mínimo detalle que recuerdes nos ayudarías —pide Casper.

—Lo recuerdo todo con claridad, un suceso así no se olvida en un pueblo donde nunca pasa nada —explica—. Estaba de guardia con John, mi segundo al mando, cuando recibimos la llamada, al llegar recuerdo que el coche ardía en llamas, hacía tanto viento que era imposible apagarlo, la noche era clara como ninguna y la luz de la luna bañaba la imagen, intentamos sacar a los ocupantes, pero era imposible acercarse al vehículo —relata, miro de reojo a Hope—. Recuerdo que John y yo empezamos a observar toda la zona, el puente estaba lleno de arena porque en aquellos años el camino era de tierra, había marcas de frenazos que desaparecían y aparecían donde estaba el coche, indicando que eran del que ardía, pero también hallamos marcas de un segundo vehículo a pocos metros al principio del puente. —Cierra los ojos un momento—. Además encontramos dos tipos de pisadas diferentes, en aquel coche iba más de una persona, algunas eran pisadas de mujer y otras de hombre.

Un diario a la luz de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora