Capítulo 4

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Descubriendo el pueblo


Sigo liada con una de las cajas cuando Ezra aparece por el marco de la puerta. Lo observo un momento, viene a pedirme algo.

—¿Qué?

—Podríamos ir a cenar a ese restaurante que vimos ayer, ¿no? No tengo ganas de cocinar, estoy cansado —propone.

Dudo durante unos segundos, hoy es el encargado de hacer la cena, viviendo solos hemos intentado hacer un plan donde los dos colaboremos equitativamente en casa. Estudio su propuesta, primero quiero decirle que no, por ser un vago, pero luego pienso en las patatas fritas y la historia cambia.

—Solo si antes paramos en la biblioteca para presentar mi solicitud, cierran en más o menos una hora y media —le digo.

—Genial. —Sonríe conforme.

Dejamos todo como está, examino mi alrededor y veo que tenemos la cosa bastante avanzada. Así que subo a la planta superior, donde hay cuatro dormitorios, dos dobles de invitados con baño compartido y dos más con baño propio que ocupamos nosotros. Me cambio de ropa, me peino el pelo lavanda e intento arreglarme lo mejor que puedo para dar una buena impresión. Bajo de nuevo al comedor donde encuentro a mi hermano con el móvil en la mano y en plena videollamada, me asomo para comprobar quién es y al ver esa sonrisa tan familiar al otro lado me siento junto a Ezra para saludar, hablamos de lo bien que nos ha ido el primer día y al final nos despedimos para ir hacia la biblioteca.

Él conduce mientras yo compruebo que llevo todos los papeles necesarios para presentar la solicitud, en cuanto llegamos aparca delante. Él esperará allí, y yo salgo del coche.

—¡Suerte! —grita bajando la ventanilla.

Asiento sonriéndole, entro al edificio respirando profundamente y me dispongo a ser la persona más cordial y formal del mundo porque necesito este trabajo como el aire para respirar, por todo lo que pueda aportarme a nivel profesional, pero sobre todo personal.

Un diario a la luz de la lunaWhere stories live. Discover now