Shanedville, un pequeño pueblo tranquilo, habitado por gente amable y siempre dispuesta a ayudar, hasta que un suceso los marca para siempre.
Mayo de mil novecientos noventa y uno, Rose y EJ, unos adolescentes cansados de sentirse amenazados, decide...
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Lunes,20 de agosto de 1990
Miro a mi alrededor, de nuevo entre estas paredes, volver a la rutina.
—Cariño, ¿todo bien? —pregunta mi madre a mi lado.
Giro mi cabeza para mirarla, allí está ella con su pelo claro y sus ojos profundos.
—Sí, mamá, pero después de un verano como este me da pena volver al instituto —le contesto.
—Venga, que ya es el último año, disfrútalo, vive, ríe, pero, sobre todo, estudia —me recuerda.
Le doy un beso en la mejilla y salgo por la puerta del copiloto. El edificio blanco tan familiar me recibe, y yo busco con la mirada a esas dos personas que he echado tanto de menos estos meses.
—¡¡Rose!! —grita alguien a mi izquierda.
Y cuando me giro veo acercarse a una chica rubia, preciosa, con mirada profunda y piel blanca.
—¡¡Judy!! —Sonrío en cuanto llega a mí.
Nos abrazamos.
—¿Cómo ha ido por España? —me intereso cuando nos separamos.
—Pues genial, conocí a Pedro, un español guapísimo, pero el romance duró solo los meses de verano —contesta ella dándome un ligero golpe con el codo.
—¡¡Chicas!! —De lejos vemos llegar a la tercera persona que nos falta, April, con la sonrisa eterna que siempre acompaña su rostro y la coleta alta rizada bailando de un lado a otro.
—¡¡Hola!! —La abrazo en cuanto llega.
Empezamos a hablar mientras la gente que pasa a nuestro alrededor nos saluda, algunos con ilusión por vernos, otros simplemente nos miran con algo de miedo y otros pasan de nosotras. Si algo he aprendido durante mis años en el instituto es que la jerarquía es lo que marca a las personas aquí dentro, y Judy, una de mis mejores amigas, es la que encabeza la pirámide.
