Capítulo 48

22 8 0
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Mundo exterior.

Salgo a correr como cada día y allí la encuentro, sin decir nada nos colocamos una al lado de la otra, en silencio, hasta que llegamos a la plataforma donde Leah se frena.

—Necesito hablar contigo —suelta, yo paro a su lado—. Joder, Hope, ¿qué coño me has hecho? —suelta, molesta, cosa que me sorprende.

—¿Yo? —contesto sin entender nada.

—¡Sí! Tenía mi vida solucionada, un novio con el que me sentía bien y, de repente, apareces tú y todo se gira, me haces sentir que lo que tenía antes no era nada y mi mente no puede dejar de pensar en ti a todas horas —explica.

—¿Nada? Pero si era la vida que tú llevabas todos los días.

—Pues sí, me doy cuenta de que mi vida era una mierda —contesta—. Y ahora siento que tengo que luchar por ser quien quiera, que ayer le solté como si nada a mi madre que quería ser diseñadora de moda, se pusiera como se pusiera —me explica—. Y además estoy con George y me siento vacía, solo pienso en que quiero verte, en si estarás con otra, cuento las puñeteras horas para encontrarme contigo. —Eso me hace sonreír—. Solo busco tus miradas furtivas en el instituto y encima, cuando estoy en un punto alto de cabreo, tú llegas como si nada y...

Pero se queda callada.

—Te beso —finalizo por ella.

—Sí —contesta ella con sus ojos clavados en los míos—. Me besas llenando un vacío que ni siquiera sabía que existía —añade, frustrada.

—¿Y el enfado se debe a...? —pregunto confundida ante este arranque de sinceridad.

—¡¡Que me gustas, Hope Mayer!! Que me vuelves jodidamente loca y eso me pone en una cuerda donde mantengo el equilibrio de milagro —suelta. Esas palabras, su manera de confesarme que de verdad le gusto tan especial como ella hace que mi corazón se acelere y una risa se me escapa—. ¡¡No te rías, joder! —espeta, cabreada. Yo no puedo más que acercarme a ella, volver a besarla, uno nuestros labios, pero ella me aparta, quedando muy cerca de mí—. No me líes, Mayers —susurra—. ¿Por qué has tenido que aparecer y trastocar mi mundo entero? —susurra.

Un diario a la luz de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora