Shanedville, un pequeño pueblo tranquilo, habitado por gente amable y siempre dispuesta a ayudar, hasta que un suceso los marca para siempre.
Mayo de mil novecientos noventa y uno, Rose y EJ, unos adolescentes cansados de sentirse amenazados, decide...
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El sobre.
Estamos todos en el trastero cuando levanto la vista y dejo de leer esa escena en el diario.
—Judy recibió amenazas —suelto, y los demás dejan de hablar y me miran.
—¿Perdona? —dice mi hermano.
—Que Rose se enfrentó a ella, y le dijo que recibía amenazas —explico.
El silencio nos rodea.
—¿Y por eso acabó como acabó? —sugiere Madison.
—O quizás era todo una mentira para ganarse la confianza de Rose de nuevo y así tenerla más controlada, los daños desde dentro siempre son peores —contesta Casper.
—Quizás la misma persona que extorsionaba a la pareja acabó encontrado un motivo para hacerlo con ella —digo—. Judy tenía un secreto, pero Rose dice que no llegó a contárselo en ese momento porque se la llevó el profesor de gimnasia.
Anotamos cada cosa en la pizarra y estamos de acuerdo con el giro que da la historia, si realmente la tenían amenazada y era otra víctima significa que hemos estado buscando en la dirección equivocada durante estos meses.
—Mañana deberíamos devolver la documentación al archivo, empezaremos a ampliar el círculo de Rose y EJ, hay que descubrir más sobre Louis y April, sobre todo, April —finalizo.
*
Devolver la documentación fue fácil, ampliar la búsqueda es otra historia. Ellos buscaron el expediente de April, pero todo era perfecto. Yo, por otro lado, intento escaparme un par de veces a los archivos con la excusa de ir a por algún documento, y Zeyana siempre acaba deteniéndome y va ella.
Estoy sentada en los banquitos del vestuario dándole vueltas a todo, me pierdo tanto en mis pensamientos que cuando Leah me toca me asusto, se agacha delante de mí.
—¿Estás bien? —pregunta—. Últimamente estás muy desaparecida.
La observo, tiene el ceño fruncido y le toco la cara suavemente, parece relajarse y eso me trasmite la paz que llevo días necesitando, sin meditarlo me acerco a sus labios y los rozo suavemente, disfrutando del contacto.
