Dejé la caja encima del mostrador de la tienda.

— ¿Entonces qué tenemos que hacer? —Aparte de terminar de arreglar todo esto.

—Mi tía me pidió que colgásemos nosotros los carteles gigantes con mi cara y la de Josh, y también tenemos que colgar los carteles para promocionar nuestra caseta.

—Hoy no tengo ganas de hacer nada más —suspiré viendo todo lo que tendría que colgar.

—No es para tanto, Jolie.

Se acercó y parecía que me iba a dar un abrazó pero un su lugar, me despeinó y se fue, riéndose él solo, a por los carteles gigantes que teníamos que colgar.

— Muy gracioso —me quejé mientras me peinaba.

Cuando volvió con ellos nos pusimos manos a la obra, íbamos a colgar una a cada lado de la carpa y para ello tuve que subirme a un taburete para llegar a la parte más alta, cogí el bote por el lado que no era y me llené la mano con el pegamento asqueroso con el que teníamos que pegar esto.

—¡Maravilloso! —Hoy todo eran quejas.

Mark me pasó un trapo para limpiarme la mano.

— Gracias.

Admiraba a toda la gente que vino a trabajar para hacer este festival posible, a mí me costaba terminar de pegar un cartel. Me bajé del taburete

—Ha quedado genial, y no lo digo porque sea una foto mía gigante.

A veces desearía tener la confianza en sí mismo que tiene. Continuamos con la foto de Josh y justo cuando la terminamos de poner apareció con Addie de la mano.

— ¡Qué persona más guapa! —exclamó Josh.

— Pero no tanto como esa —le contestó Mark señalando su foto.

Me hizo gracia porque la verdad es que las dos fotos no estaban demasiado rectas. Mark les pasó unas grapadoras para poner los carteles pequeños y nos dividimos para colgarlos por todo el recinto, no paramos de trabajar en todo el día hasta que dimos terminado nuestras tareas.

Cuando nos íbamos a casa ya se estaba poniendo el sol e iba con Mark en el coche.

—Tengo ganas de ver cómo queda todo para mañana.

No me contestó.

— ¿Markie, estás despierto?

Me giré un momento y vi como descansaba sobre el asiento del copiloto. Llegué a casa, a casa de Mark, parecía que ahora tanto mi casa como la suya se había convertido en la unión de nuestros dos apartamentos.

Le sacudí un poco el brazo para que se levantara y se estiró aún dormido.

Casi no podía con mi alma cuando por fin crucé la puerta y París nos recibió.

Me sentó demasiado bien dormir toda la noche, menos porque me levanté tarde y eso nos obligaba a ir demasiado rápido, pero nadie es perfecto.

Mientras me vestía a toda prisa, Mark iba a su ritmo.

— ¿Sabes que llegamos tarde, verdad? —le pregunté enfundándome en los pantalones.

—Sin prisa, Jolie, que después me salen canas.

Le tiré una camiseta a la cara para que se apurara, eso era lo que él hacía siempre que me quería meter prisa.

Hoy nos fuimos en su Golden y de camino compramos el desayuno en Starbucks, cuando estábamos llegando vimos la cola que había y la cantidad de gente reunida en el festival. Aparcó el coche en una zona reservada que nos habían dejado.

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