40. La fiesta de pijamas

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Habían pasado dos semanas desde que había llegado al internado y aún no había recibido ningún mensaje de Ian.

Sacar el móvil en mitad de una clase era una violación de las normas básicas del internado que podía conllevar que me requisaran el móvil por un tiempo indefinido. Sin embargo, durante el año y medio que llevaba allí había perfeccionado una técnica para poder utilizar el móvil sin que nadie lo notara.

Aunque se trataba de un verdadero deporte de riesgo.

Revise por quinta vez la pantalla del móvil para comprobar, que no tenía ninguna notificación nueva que me indicara que Ian se había puesto en contacto conmigo.

Suspiré profundamente. ¿Cuanto tiempo iba a consentir esto? ¿De verdad me merecía ese trato de silencio por parte de Ian? ¿ Era Ian tan cobarde que después de todo el numerito de Nueva York estaba esperando que fuera yo la que diera el primer paso?

Ahora mismo tenía un buen lío en la cabeza que hacia que mis problemas de migrañas fueran una tonteria. Nunca me había dolido tanto la cabeza como cuándo pensaba en Ian.  Por una parte, mi orgullo me decía que no iba a ser yo la estúpida que iba a descolgar el teléfono para pedir perdón por algo que ni había hecho ni era mi culpa. Otra voz dentro de mi cabeza me pedía a gritos que me tragara mi orgullo y llamara a Ethan para pedirle explicaciones. Lo malo es que sabía que esto iba a terminar fatal con los dos gritando a pleno pulmón.

Había pensando en llamar a Jack para pedirle consejo, pero no me apetecía meterle en medio entre Ian y yo. Al final Jack era el mejor amigo de Ian, no quería forzarle a que se viera en una situación incomoda entre nosotros.

Me estremecí al oír el sonido de la sirena anunciando el final de la clase. Estaba tan metida en mis pensamientos que ni siquiera había prestado atención ni un segundo a la clase. En la pizarra estaba escrito el nombre de un libro "Las uvas de la ira". Me apresure a anotarlo en mi cuaderno para al menos poder encontrar en el libro de texto alguna mención que me permitiera identificar en que tema estábamos.

Tenía que ponerme al día en clase sin falta. ¿Pero como podía volver a concentrarme cuando mi vida estaba hecha añicos?

Recogí mis cosas en el bolso y me dispuse a avanzar hacia mí habitación. Esa tarde definitivamente abriría un libro, cosa que llevaba sin hacer desde antes de las vacaciones de Navidad, y me pondría a estudiar sin falta.

Sin embargo, en cuanto metí la llave en la puerta de la habitación me di cuenta que ese día tampoco tocaba ponerme al día con los estudios.

Robert y Elizabeth estaban sentados en la alfombra de la habitación, situada entre las dos camas individuales de la habitación, cada una pegada en un extremo de la pared y separadas por dos mesitas de noche.

— ¿Que es esto? — Pregunté arqueando las cejas. Lo último que me esperaba en mi habitación era encontrarme con Elizabeth y Robert tirados sobre la alfombra escuchando a Dua Lipa a todo volumen.— Parece que estáis haciendo un ritual satánico.

— ¿Por que íbamos a escuchar a Dua Lipa si estuviéramos haciendo un ritual satánico? — Robert arrugó la nariz como si hubiera dicho alguna estupidez inentendible pero sin explicarme qué hacía sentado sobre la alfombra de mi habitación. Aquello consiguió sacarme una sonrisa de mi boca.

— Habíamos pensando en hacer una fiesta del pijama... — Contesto Lizzie dando palmas con las manos, en un estado de euforia que hacía tiempo que no veía a mi amiga. Sus ojos castaños lucían totalmente emocionados. Elisabeth llevaba una rutina estricta aquel año para prepararse para la selectividad, en la que podía pasar más de cinco horas al día estudiando, participaba con una ONG local, y entrenaba con el equipo de badmiton. Para ella aquel momento de diversión era igual de importante que para mí.

Jo es nombre de problemas. (JNENDC2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora