Capítulo 2

1.7K 129 155
                                    

(***)

• Luisa Leine •

Una semana después de haber hablado con Jefferson, me decido en pedirle que me acompañe durante la hora del almuerzo.

Espero frente a su clase de francés, ya que el Sr. Wuolterck —mi profesor de química—, se encontraba enfermo y teníamos hora libre, lo cual no me importaba porque odiaba con el alma esa clase.

Al sonar la campana estoy más que nerviosa mientras lo espero, no sé de dónde salió este impulso de invitarlo a comer, cuando estoy por echarme atrás su voz me detiene.

Demonios.

—Hola Luisa —cuando me volteo tiene una sonrisa radiante que hace que se le marquen los hoyuelos, me quedo un minuto mirándolo como si no tuviera cerebro

Debe pensar que tenemos muerte cerebral.

—H-hola Jefferson —tartamudeo quedando aún más estúpida, porque no puedo evitar seguir admirando la sonrisa que me dedica.

—Que sorpresa, no esperaba encontrarte por aquí. Pero me alegro mucho de verte —no puedo evitar sonrojarme cuando lo escucho.

Este chico hace que me sonroje a cada nada y actúe como una tonta sin cerebro.

—S-si —carraspeo—, es que venía pasando por aquí y me preguntaba si te gustaría acompañarme a almorzar —nunca antes me había puesto así de nerviosa, ni siquiera cuando presenté mi examen de conducir y eso que pude haber atropellado a alguien en el proceso.

—Mmm... —me da una risa nerviosa, mientras se pasa la mano por esos rizos perfectos—. Sí, me encantaría mucho acompañarte, Pecasme quedo un momento procesando el cómo me ha llamado. Pecas. Al parecer no soy la única poniendo apodos aquí. Sonrío sonrojándome de nuevo.

Tenía que parar de hacer eso.

El nota que me le quedo mirando y que no respondo nada sobre el apodo que me ha puesto, rio al notar como se pone cada vez más nervioso.

—Perdona, no sé de donde saque eso, no quería molestarte o incomodarte —dice llenando el vacío silencio que se había creado entre nosotros.

—No te preocupes, chico rizos, no me molesta —veo como me da esa sonrisa que hace que se le marquen los hoyuelos, un osito de peluche no se vería tierno a su lado, porque es un nivel de ternura multiplicado por mil.

—Mmm...Chico rizos, me gusta.

—También me gusta el apodo que me pusiste —el color de sus ojos es tan hipnotizante que me quedo un par de minutos mirándolo.

—Entonces... ¿Vamos a comer? —dice claramente aún nervioso.

—Sí, claro vamos.

Nos adentramos en el comedor, nunca he disfrutado la hora de comer aquí, ya que socializar no era algo que se me diera muy bien, a menos que fuera con un libro.

Jefferson saluda a varias personas, era algo así como popular. Llegamos a la barra, me pido una ensalada de frutas mientras él se pide un sándwich de queso, jamón y tocino.

Iba a pagar yo, pero me detiene diciendo que él invitaba, ya que yo le había pedido que me acompañara, no le veía la lógica pero no me quejaría a fin de cuentas. Buscamos una mesa, siempre me dirigía a un rinconcito donde la mayor parte del tiempo estaba fresco y el ruido de las personas se escuchaba menos. Tomamos asiento uno frente al otro y comienzo a comer mientras leo.

A los pocos minutos siento su mirada sobre mí, lo que hace que despegue la mía del libro y me encuentre con esos ojos tan perfectos. Era como ver dos estrellas.

Un amor fuera de los libros © [+18]Where stories live. Discover now