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Damiano observaba con interés como una muy nerviosa Rea intentaba abrir la puerta de su habitación de hotel sin lograr resultados.

— Déjame probar – rió Damiano, poniendo su mano encima de la de Rea, quien intentaba pasar la tarjeta a la fuerza. El problema era que no le aceptaba la tarjeta. Rea parecía querer gritar, pero se alivió un poco al Damiano abrir.

Rea le dio un pequeño beso en la mejilla como agradecimiento. Damiano se sonrojó levemente, cosa que nunca le había ocurrido.

Ambos seguían dados de la mano, Rea guío a Damiano a su cama con desesperación.

Al llegar al lugar indicado, Rea se metió entre las sábanas apresurada. No decía ninguna palabra, pero a Damiano no le importaba. Estaba ahí para ella, y para todo lo que necesitara.

El italiano se sentó en el borde de la cama con cuidado de no incomodar a Rea. Esta frunció el ceño con confusión, cosa que Damiano no notó.

— ¿Puedes tumbarte conmigo? – pidió Rea en un hilo de voz. Damiano abrió los ojos shockeado ante su respuesta, pero en un abrir y cerrar de ojos ya se encontraba frente a Rea, mirándola con una sonrisa nostálgica.

Ambos se miraban directos a los ojos.

Damiano querría arroparla entre sus brazos, quería decirle que podía contarle lo que fuera, sus ilusiones, miedos, sorpresas… Él solo quería vivir esas experiencias con ellas.

Como si fuera una llamada, la chica se acercó más al cantante, pasando sus manos por el sedoso cabello del hombre.

Ella quería pedirle que se quedarán allí hasta la mañana siguiente dándose mimos y cariño. Pero le daba vergüenza, ¿Como le iba a decir tal cosa a una persona como él, tan… Damiano?

Rea estaba segura que lo quería. Lo quería como nunca antes había querido a alguien.

Cuando estaba con él no pensaba en los demás integrantes de månes-… Mierda.

Joder. Joder y joder.

Rea comenzó a llorar de agonía. No podía con tanta presión. No podía con la presión de elegir, con la presión de lo que pasaría si su relación con los italianos salía a la luz, con la presión de ser perfecta, de ser capaz de decidirse.

— Dios, no llores – le dijo Damiano limpiando las lágrimas con su dedo pulgar. Le rompía verla llorar, se merecía todo y más en esta vida, no le cabía en la cabeza todo lo que había pasado y sufrido. Era un ángel, demasiado para este mundo. – Ese capullo está entre rejas, no te preocupes.

— Lo sé – en ese momento Rea estalló. Enterró su cabeza en el pecho de Damiano, quien la abrazó con cariño.

— Piensa en algo que te reconforte – la ayudó Damiano. La verdad es que no era lo que se dice un experto en consolar chicas.

Rea no podía. Era muy egoísta, teniendo todo lo que tenía. Y lo sabía a la perfección, no hacía falta que se lo recordaran a cada momento.

— Las flores – Rea contestó lo primero que se le vino a la cabeza. Recordaba su primera ruptura, su madre le regaló unas bonitas margaritas. "Cuando una está mal, debe hacer cosas que la alegren" recordaba las palabras de su madre con alegría. Y era cierto, cada mañana que se levantaba al mirar las flores su sonrisa aumentaba. Eran algo tan bonito y alegre.

— Ahora abrázame – y Rea lo hizo, hizo lo que Damiano le dijo sin dudar en ningún segundo. – Que sepas que nadie te merece, ni siquiera yo. Vales mucho, que nadie te diga lo contrario.

— Te quiero – dijo de repente Rea, interrumpiendo a Damiano. Era totalmente cierto, no sabía en qué plano de su vida, pero quería a Damiano. Rea sabía que no debía anteponer a nadie ante ella misma, pero en estos momentos mataría por Damiano.

paparazzi ; måneskinWhere stories live. Discover now