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Abro la puerta del cuarto de Vanesa y la cierro tras entrar, engullo un gran aliento. Dirigiéndome a su cama, me dejo caer en ella mirando hacia el blanco techo.

Santo cielo. Esto tiene que ser, sin duda, uno de los enfrentamientos más terribles
que he tenido que soportar, y ahora me siento entumecida, mi prometida y su ex amante, ninguna aspirante a novia debería ver eso. Habiendo dicho eso, parte de mí está agradecida de que me haya revelado su verdadero yo, y que pude estar ahí para dar testimonio.

Mis pensamientos regresan a toñi. Pobre toñi , escuchar todo eso. Agarro una de las almohadas de Vanesa . Habrá escuchado que Vanesa y Elena tenían un romance, pero no de la naturaleza de ese. Gracias a los cielos. Gimo.

¿Qué estoy haciendo? Quizás la malvada bruja tenga un punto.
No, me rehúso a creer eso. Ella es tan fría y cruel. Agito mi cabeza. Ella esta equivocada. Yo estoy bien para Vanesa. Soy lo que ella necesita. Y en un momento
de aturdidora claridad. No cuestiono cómo ha vivido su vida hasta hace poco, sino por qué. Sus razones para hacer lo que ha hecho a incontables chicas, ni siquiera
quiero saber cuantas. Ella cómo esto está mal. Todas eran adultas. Todas estaban en —¿cómo lo planteo Flynn?— relaciones sanas, seguras y consensuadas. Ese es el
por qué. El por qué estaba mal. El por qué era de su lugar oscuro.

Cierro mis ojos y pongo mi brazo sobre ellos. Pero ella ha dejado eso atrás, ha seguido adelante, y ambas estamos en la luz. Estoy deslumbrada por ella y ella por mí.

Podemos guiarnos. Una idea se me ocurre. ¡Mierda! Una roída e insidiosa idea y estoy en el lugar donde puedo acostar este fantasma para que descanse. Me siento
sobre la cama. Sí, debo hacerlo.
Temblando me pongo de pie, me quito los zapatos, camino hacia su escritorio, examino el tablón encima de él . Las fotos de Vanesa joven están todavía allí, más
conmovedoras que nunca cuando pienso en el espectáculo que acabo de presenciar entre ella y la señora Robinson. Y allí en la esquina está la pequeña foto en blanco y negro, de su madre, la perra drogadicta.

Enciendo la lámpara del escritorio y enfoco la luz sobre su foto. Ni siquiera sé su nombre. Ella se parece tanto a vanesa , pero más joven, más triste y todo lo que siento, mirando su rostro doloroso, es compasión. Trato de ver las semejanzas entre su
rostro y el mío. Me acerco al cuadro, poniéndome realmente, realmente cerca y no
veo ninguna. Excepto tal vez nuestro cabello, pero pienso que el suyo es más claro que el mío. No me parezco a ella en absoluto. Esto es un alivio.

Mi subconsciente me chasquea la lengua, con los brazos cruzados, mirando por encima de sus lentes de media luna. ¿Por qué te torturas? Tú has dicho sí. Tú has hecho su cama. Le frunzo mis labios. Sí lo he hecho, con mucho gusto también. Quiero acostarme en aquella cama con Vanesa por el resto de mi vida.

Mi Diosa interior, se sienta en posición de loto, ríe serenamente. Sí. He tomado la decisión correcta.
Debo encontrarla, Vanesa estará preocupada.No tengo ni idea de cuánto tiempo he estado en su habitación; ella pensará que he escapado. Ruedo mis ojos mientras
contemplo su reacción exagerada.

Espero que ella y toñi hayan terminado. Me estremezco al pensar que más podría haberle dicho ella.
Encuentro a vanesa cuando sube la escalera hacia el segundo piso, buscándome.

Su rostro está tenso y cansado, no de la despreocupada Cincuenta con la que llegué.
Cuando estoy de pie en el descanso, se queda en el escalón superior de la escalera de modo que nosotras estamos cara a cara.

—Hola —dice cautelosamente

—Hola —contesto con cautela.

—Estaba preocupada…

—Lo sé —la interrumpo—. Lo siento, no podía enfrentar las festividades. Solo
tenía que alejarme, tú sabes. Para pensar.

Levantando mi mano, acaricio su rostro. Ella cierra sus ojos y apoya su cara en mi
mano.

—¿Y pensaste qué harías eso en mi habitación?

—Sí.

Ella alcanza mi mano y me atrae en un abrazo voy con mucho gusto a sus brazos, mi lugar favorito en el mundo entero. Ella huele a ropa recién lavada, jabón para el
cuerpo y a vanesa , el aroma más relajante y excitante del planeta. Ella inhala mi
cabello.

—Siento que tuvieras que aguantar todo esto.

—Esto no es tu culpa, vane . ¿Por qué ella estaba aquí? —ella me mira fijamente, y curva su boca excusándose.

—Ella es amiga de la familia.

Trato de no reaccionar.

—Ya no más. ¿Cómo está tu mamá?

—Mamá está jodidamente molesta conmigo ahora mismo. Estoy realmente contenta de que tú estés aquí y que estemos en medio de la fiesta. De otra manera
podría ser mi última respiración.

—¿Tan mal, huh? —ella asiente, sus ojos serios y siento su aturdimiento en su
reacción.

—¿Puedes culparla? —Mi voz es tranquila, persuasiva.

Ella me abraza fuerte y parece desconcertada, procesando sus pensamientos.

Finalmente ella contesta:

—No.

¡Wow! Un gran avance.

—¿Podemos sentarnos? —pregunto.

—Seguro. ¿Aquí? —Asiento y nos sentamos en lo alto de la escalera.

—¿Entonces, cómo te sientes? —pregunto, con inquietud agarrando su mano y mirando fijamente a su triste y serio rostro.

Ella suspira.

—Me siento liberada—. Ella se encoge de hombros, luego sonríe, una gloriosa y despreocupada sonrisa de Vanesa , el cansancio y la tensión presentes hace un
momento han desaparecido.

—¿De verdad? —Sonrío de regreso.

¡Wow! Podría arrastrarme sobre vidrios rotos por esa sonrisa.

—Nuestra relación de negocios está terminada. Hecho.

La miro con el ceño fruncido.

—¿Liquidarás el negocio del salón?

Ella resopla.

—No soy vengativa, corazón —me increpa—. No. Se lo voy a regalar a ella. Hablaré con mi abogado el lunes. Le debo mucho.

Arqueo una ceja a ella.

—¿No más Sra. Robinson? —Su boca se tuerce en diversión y sacude su cabeza.

—Se fue.

Sonrío abiertamente.

—Lo siento, perdiste una amiga.

Se encoge de hombros entonces sonríe maliciosamente.

—¿De verdad lo sientes?

—No —confieso, sonrojada.

... MÁS OSCURAS Where stories live. Discover now