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Abro mi boca, entonces la cierro y repito el proceso dos veces, pero me he quedado sin palabras.

Me está regresando el auto. Doble mierda. ¿Por qué no preví esto?
Bien, dos pueden jugar este juego. Pesco del bolsillo trasero de mis jeans y saco el sobre con su cheque.

—Aquí, esto es tuyo.

Vanesa me mira con curiosidad, entonces, reconociendo el sobre, levanta ambas manos y retrocede lejos de mí.

—Oh no. Es tu dinero.

—No, no lo es.

—Me gustaría comprarte el auto.

Su expresión cambia completamente. Furia, sí, furia, barre su rostro.

—No, Mónica . Tu dinero, tu auto —me chasquea.

—No, Vanesa . Mi dinero, tu auto. Te lo compraré.

—Te di ese auto como regalo de graduación.

—Si me hubieras dado un lapicero, ese sería un regalo de graduación aceptable. Me diste un Audi.

—¿Realmente quieres discutir acerca de esto?

—No.

—Bien; aquí están las llaves. —Las pone sobre la cómoda.

—¡Eso no es a lo que me refiero!

—Fin de la discusión, Mónica . No me presiones.

Le frunzo el ceño, entonces la inspiración me golpea. Tomando el sobre, lo parto en dos, luego en dos otra vez y vacío el contenido en la papelera. Oh, esto se siente
bien.

Vanesa me mira impasiblemente, pero sé que solo acabo de encender la mecha y estaría bien retroceder. Acaricia su barbilla.

—Estás, como siempre, desafiándome, señorita Carrillo —dice secamente.

Se gira sobre sus talones y entra acechando en la otra habitación. No es la reacción que esperaba. Estaba anticipando un Armagedón a gran escala. Me miro en el espejo y
me encojo de hombros, decidiéndome por una coleta.

Mi curiosidad se despierta. ¿Qué está haciendo Cincuenta? La sigo a la otra habitación, y ella está en el teléfono.

—Sí, Veinticuatro mil dólares. Directamente.

Levanta la mirada hacia mí, aún impasible.

—Bien… ¿Lunes? Excelente… No, es todo, Andrea.

Cuelga el teléfono de golpe.

—Depositado en tu cuenta bancaria, lunes. No juegues este tipo de juegos conmigo. —Está hirviendo de enfado, pero no me importa.

—¡Veinticuatro mil dólares! —prácticamente grito—. ¿Y cómo sabes cuál es mi número de cuenta?

Mi ira toma a vanesa por sorpresa.

—Se todo acerca de ti, Mónica —dice tranquilamente.

—No hay forma de que mi auto costara veinticuatro mil dólares.

—Estaría de acuerdo contigo, pero tiene que ver con conocer el mercado, ya sea
que estés comprando o vendiendo. Algún lunático ahí afuera quería esa trampa mortal y estaba dispuesto a pagar ese monto de dinero. Aparentemente es un
clásico. Pregunta a sole si no me crees.

Le frunzo el ceño y ella me devuelve el ceño fruncido, dos idiotas rebeldes furiosas
frunciéndose el ceño.
Y la siento, la atracción, la electricidad entre nosotras; tangible; jalándonos juntas.

... MÁS OSCURAS Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ