92

1.2K 63 6
                                    

Invoco todo mi autodominio, un poco borroso debido a las dos copas de champaña y el coctel letal que sostengo en mi mano. Creo que la sangre se ha drenado de mi
rostro, pero reúno tanto a mi subconsciente como a mi Diosa interna para parecer
tan calmada e imperturbable como me sea posible.

—Elena. —Mi voz es pequeña, pero estable… a pesar de mi boca seca.

¿Por qué esta mujer me asusta tanto? ¿Y qué quiere ahora?

—Te ofrecería mis muy sentidas felicitaciones, pero creo que eso seria inapropiado. —Sus penetrantes y fríos ojos azules miran glacialmente a mi interior, llenos de odio.

—Yo tampoco necesito ni quiero tus felicitaciones, Elena. Estoy sorprendida y decepcionada de verte aquí.

Ella alza una ceja. Creo que está impresionada.

—No habría pensado en ti como una digna adversaria, Mónica . Pero me sorprendes con cada movimiento.

—Yo no he pensado para nada en ti —miento, con frialdad. Vanesa estaría orgullosa—. Ahora si me disculpas, tengo mejores cosas que hacer que perder mi
tiempo contigo.

—No tan rápido, señorita —sisea, apoyándose contra la puerta, bloqueándola efectivamente—. ¿Qué demonios crees que haces, consintiendo en casarte con
Vanesa ? Si piensas por un minuto que puedes hacerla feliz, estás muy equivocada.

—Lo que esté aceptando hacer con Vanesa no es de tu interés. —Sonrio con una sarcástica dulzura. Ella me ignora.

—ella tiene necesidades, necesidades que tú posiblemente no puedes empezar a satisfacer —se regodea.

—¿Qué sabes de sus necesidades? —gruño. Mi sentido de la indignación entra en erupción brillantemente, quemando en mi interior mientras la adrenalina surge a través de mi cuerpo. ¿Cómo se atreve está maldita zorra a sermonearme?—. No  eres más que una enferma abusadora de niñas, y si fuera por mí. Te lanzaría al séptimo círculo del infierno y me alejaría sonriendo. Ahora fuera de mi camino…
¿O tengo que quitarte?

—Estás cometiendo un gran error aquí, señorita. —Mueve un largo, delgado, y finamente manicurado dedo hacia mí—. ¿Cómo te atreves a juzgar nuestro estilo de vida? No sabes nada, y no sabes en qué te estás metiendo. Y si crees que va a estar feliz con una pequeña ratonil interesada como tú…

¡Es todo! Tiro el resto de mi Martini de limón en su rostro.

—¡No te atrevas a decirme en que meterme —le grito—. ¿Cuándo aprenderás? No es tu maldito problema.

Me mira boquiabierta, golpeada por el horror, limpiando la pegajosa bebida de su rostro. Creo que está apunto de embestirme, pero de repente es lanzada hacia
adelante cuando la puerta se abre.

Vanesa está en la entrada. Le toma un nanosegundo evaluar la situación, yo pálida y temblando, ella empapada y muy furiosa. Su hermoso rostro se contorsiona y se oscurece por la ira mientras viene a pararse entre nosotras.

—¿Qué mierdas estás haciendo Elena? —dice, su voz glacial y mezclada con amenaza.

Ella parpadea hacia Vanesa .

—Ella no es adecuada para ti, María vanesa —susurra.

—¿Qué? —grita, sorprendiéndonos a ambas. No puedo ver su rostro pero todo su cuerpo se ha tensado e irradia animosidad.

—¿Cómo mierdas sabes lo que está bien para mí?

—Tienes necesidades, vane —dice su voz se suaviza.

—Te lo he dicho antes, esto no es tu jodido asunto —ruge.

Oh mierda, la muy enojada Vanesa ha levantado su  cabeza. La gente va a escuchar.

... MÁS OSCURAS Where stories live. Discover now