Las cartas sobre la mesa

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Tomen asiento que esta larga amores

Capítulo 1. Las cartas sobre la mesa.

Había tomado una decisión. Ella no podía seguir así. Esa situación iba a acabar con sus nervios. De ningún modo podía seguir al lado de Armando Mendoza, trabajando codo a codo con él, escuchando sus reclamos, viendo como intentaba volver a seducirla… De ningún modo sabiendo lo que sabía: que todo había sido un cruel engaño. Mientras redactaba su carta de renuncia no podía evitar pensar en su futuro. No le preocupaba su situación laboral. En estos meses había ahorrado algún dinero que le permitiría mantenerse durante algún tiempo. Además ahora en su currículum podría poner su experiencia trabajando como asistente de presidencia en Ecomoda y seguramente eso le abriría algunas puertas.

También podía ir a ver a algunos ejecutivos que había conocido y que la consideraban una buena profesional. Estaba segura de que la ayudarían a encontrar un empleo, pero no quería trabajar en una empresa que tuviese algún tipo de relación con Ecomoda. Sobre todo quería evitar la posibilidad de encontrarse con don Armando o con don Mario. Bogotá era muy grande y si encontraba un trabajo que no tuviese nada que ver con el mundo de la moda, sabía que podía vivir toda su vida sin volver a ver a ninguno de los dos. Ellos se movían en círculos diferentes… en barrios diferentes… en definitiva, en mundos diferentes…

”Ese fue tu error, Betty. Pensar que ese hombre con su dinero, su físico y su glamour podría ser para ti… Eres una ilusa… Eso sólo pasa en las novelas románticas, donde el empresario guapo y poderoso se enamora perdidamente de la muchacha pobre e insignificante… Pero la vida no es una novela… De eso ya has tenido ocasión de darte cuenta… ¿No tuviste bastante con lo que te hicieron Miguel y la pandilla de Román…? ¿Cómo pudiste ser tan imbécil de creerte todas las palabras que te dijo don Armando…? ¿Aprenderás algún día, Betty…?”

Estaba casi más enfadada consigo misma que con don Armando y don Mario. Ellos la engañaron, por supuesto, pero ella se dejó engañar. Era una presa fácil. Con sus ilusiones, con sus fantasías… con todos esos castillos en el aire que construía… ”¿Pero qué nos dejan a los feos y pobres si nos quitan los sueños…? Nada, Betty… y eso es lo que te ha quedado a ti… Nada… Estás completamente vacía… y lo peor es que tendrás que volver a empezar con ese exiguo equipaje… ”

En unos días se presentaría la colección y don Armando la estaba presionando para que maquillara el balance. Lo haría antes de irse, pero a condición de que se buscara otra presidenta para su empresa fantasma, porque ella iba a presentar su renuncia. Eso era irrevocable.

Pensó en hablar con él en la oficina, pero enseguida lo descartó. En esa empresa las paredes tenían oídos. No sólo Berta con su “sofisticado” equipo de espionaje; podían escucharla también doña Marcela o Patricia y lo menos que quería en esos momentos era ser la comidilla de la planta ejecutiva. Se iría, pero dignamente. A los ojos de todos, su marcha se debería a que había encontrado otro empleo mejor… como ejecutiva… Esperaba que se lo creyeran… Le dolía engañar a sus amigas, pero por nada en el mundo quería que se enterasen de la verdad… De esa cruel verdad… Eso sólo lo sabía ella… y Nicolás, claro… Su amigo del alma… su confidente… La única persona, aparte de sus papás, en la que podía confiar… Pero a sus papás no podía contarles lo sucedido… No quería que sufrieran más por su causa… Además su papá acabaría en la cárcel si se enteraba, porque fijo que iba y mataba a don Armando…

Cuando oyó el sonido de la puerta de presidencia que se abría, su cuerpo se tensó. Sabía que tenía que ser muy fuerte para enfrentarlo, pero no tenía otra opción… Es cierto que podía decir que renunciaba a su puesto sin dar más explicaciones, pero él no lo entendería e insistiría con su estrategia de seducción.

Historias de Betty, la feaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora