No se cómo se llama la historia...

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Vamos a ponerle "La misión" ya entenderán porque le puse así sin más que decir mis amores yo los dejo con esta excelente historia...

D: !Gabriel¡
G: ¿Sí señor?
D: Ve a buscarlo. Tráelo acá.
G: ¿Todo ha terminado para él, Señor?.
D: ¿Acaso ves su libro cerrado?.
G: Su ángel está terminándolo de leer, señor. Si eso pasa...
D: Sé lo que ocurre, Gabriel. ¡Por favor, traélo acá!.

Cabizbajo, el Arcángel Gabriel, le contestó:

G: Sí, señor.

Era cierto. Sobre un atril dorado, un ángel de túnica blanca estaba terminando de leer un libro de tapas rojas y páginas blancas. Era el libro de la vida de Armando. Todas las almas, al nacer, tenemos uno. Este libro se empieza a escribir en el mismo momento en el que nacemos y deja de hacerlo, cuando nos morimos para siempre. Nadie maneja el lápiz con el que se escribe. Pareciera que el lápiz, se moviera solo. En realidad, es el propio ser humano, el que forja su destino, sus avatares, sus experiencias. Es la propia vida de cada uno, la que escribe en ese papel. Cuando la vida acaba, deja de escribir. Llega al último renglón de la última página. El ángel "lector", por llamarlo de algún modo, es el encargado de vigilar ese libro y lo que en él se escribe. Empieza a leer en el mismo momento en que se empieza a escribir el libro, y deja de hacerlo cuando éste se cierra. Su función es la de informar a Dios, de todo lo que allí ponga, por si Él tiene a bien, mandar un poco de ayuda a algún mortal desesperado.

Unos minutos después, Gabriel llegaba al cielo, con un asustado Armando que se negaba a creer que estuviera muerto. Pensaba que todo era fruto de su borrachera. Creía que era un mal sueño. "De seguro estoy en casa de Calderón, durmiendo la borrachera- pensaba Armando- seguro". "YO NO ESTOY MUERTO- repetía- NO PUEDO ESTAR MUERTO. ¡Maldita sea, esto no puede estarme pasando esto a mí!-". Pero una profunda voz, grave, fuerte, surgida de una luz muy brillante le interrumpió sus palabras.

D: ¡bienvenido al cielo, Armando!.
A: ¿Esto es una broma, verdad?, sí, debe serlo...esto es una broma...esto no puede ser verdad, esto es mentira, yo no estoy muerto, ¿verdad que no?- repetía al ángel Gabriel desesperado y angustiado.
D: Estás muerto, hijo. Es definitivo y será mejor que lo asumas.
A: (gritando): ¡NO, NO, NO...NO PUEDE SER!. Me siento como el señor Scroogle ese del "Cuento de Navidad" de Dickens. Ese al que se le aparecen el fantasma del pasado, el presente y el futuro, para que se arrepienta de sus pecados.
G: ¿y tú tienes muchos, hijo?
A: Unos cuántos, pero no estoy dispuesto a contárselos a ustedes. ¡NO SEÑOR, NI MÁS FALTABA!.
D (subiendo la voz): ¡Armando!. Deja las tonterias. Estás muerto, al menos...de momento. Esto no es ninguna broma, ni es un sueño. Mira allí- y le señaló una fuente de agua clara.

Cuando se asomó para ver lo que el agua reflejada, vió un accidente. Había muchas ambulancias, la policia. Reconoció su carro y a sus ocupantes. Mario estaba en una camilla, inconsciente. Su amiga, vomitaba el exceso de alcohol sobre la zamarra de un policia, mientras lloraba desconsolada y hablaba en un idioma muy raro. La rubia besucona aún permanecía en el coche. Estaba atrapada por los hierros del carro. Los bomberos no podían sacarla. Le tuvieron que amputar una pierna, para sacarla de aquel amasijo de hierros y cemento, antes de que el fuel del automóvil explosionase el carro. Se buscó entre la gente, en el carro... Se encontró, detrás de su carro. Estaba tapado con un papel isotérmico. Tenía toda la cara llena de moratones y golpes. Un tubo salía de su boca y sus brazos y pecho, destrozado por un hierro que se le clavó y que le perforó un pulmón, estaba conectado a un monitor. La línea del electro, apenas si se movía.

A: ¿Qué es esto? ¿Qué ha pasado?.
D: Un accidente, Armando. Habeís tenido un accidente. Por eso estás tu hoy aquí.
A: (aún muy incrédulo): Esto es una pesadilla (llevándose las manos a la cabeza y mesándose los cabellos)...esto no es verdad. No puede ser verdad.
D: Lo es Armando. No trates de engañarte. Estás aquí y eso sí es verdad.
A: (gritando muy fuerte): ¡¡¡PERO ES QUE YO NO QUIERO ESTAR AQUÍ, CARAJO, ¿ES QUE NO LO ENTIENDE,? ¡MALDITA SEA!.
G: ¡Armando, por el amor del cielo ¿Tú sabes donde estás?.
A: Ni lo sé ni me importa. Yo quiero volver a mi vida, a mi gente, a mi familia, a mi empresa, a Bogotá. Yo quiero estar dónde estaba antes del accidente ¿lo entienden?.
D: Sí. Pero no podrás volver.
A: ¿ por qué yo, ah?.
D: Tú has sido el elegido.
A: ¿ Y quién fue el "lumbreras" que me eligió, ah?.
D: ¡YO!.
A: (muy envalentonado, aún no sabe con quién está hablando): ¿Y quién demonios es usted, si puede saberse, para manejar mi vida a su antojo, ah?.
D: (Gritando, un poco furibundo ya que Armando le estaba sacando de sus casillas): ¡¡¡DIOS!!.

Ante esa contestación, Armando se achantó un poco y se mantuvo más calmado y expectante.

D: Supongo que habrás oido aquello de que "los caminos de Dios son inexcrutables" ¿cierto?.
A: Sí...sí señor (avergonzado).
D: bien...el hecho de que estés aquí, no es casual. Hace poco supimos de tu triste final...No, no te asombres. Nosotros sabemos quién se va, quién viene y cómo. Nunca o casi nunca hacemos nada para evitar vuestro destino. El que VOSOTROS elegís, no el que nosotros pensamos, aunque todo el mundo, piensa que es lo contrario, que una "mano negra" escribe los designios de los hombres...
A: ¿No..no lo hacen?.
D: No. Acompáñale Gabriel, a ver los libros.

En un segundo, se encontraron frente a la sala de lectura. Allí había multitud de libros, abiertos sobre los atriles. Leyéndoles, muchos ángeles y sobre las hojas, sin que los ángeles los tocaran, escribian rápidamente miles de lápices, las vidas humanas.

A: ¿Qué son?.
G: Los libros de la vida de miles de personas como tú. Todos al nacer teneís uno. Se empieza a escribir en el momento que naceís y se termina, cuando morís. Mientras escribis en ese libro, un ángel vigila vuestra escritura. Cuando morís, el libro se cierra y los Grandes deciden sobre vuestro futuro.
A: ¿o sea que ahí está encerrada toda nuestra vida?.
G: ¡Ajá!.

Poco a poco, Armando se va acercando sin saberlo a su libro.

A: ¿Un libro, cuyas páginas escribimos nosotros, si he entendido bien, no?.
D: Exactamente.
A: ¿Y puedo leer el mío?.
D-G: ¡¡¡NO!!!. Nunca. Los libros cerrados no se pueden abrir. Si se vuelven a abrir, inmediatamente después se escribe una nueva historia sobre ellos, una nueva vida. Primero hay que "borrar" la anterior, para escribir encima. Para que no queden recuerdos dolorosos. Es como un palimsesto.
A: Veo.
G: Este de aquí es el tuyo.
A: Sólo queda una hoja.
D: Es tu última hoja de vida.
A(asustado): ¿Ya no hay más?.
D: NO.
A: ¡¡¡Pero...yo no quiero morirme aún?.
D: Bueno...en realidad no lo has hecho del todo. Verás... Cuando supimos de tu final, el rey del Infierno, Satanás, te quiso para él. En el Consejo de los Ángeles todos estaban de acuerdo en enviarte, pero a mí, no sé, no me terminaba de gustar la idea...no sé, pensaba y aún pienso, que tu alma se puede salvar. Tú no eres tan "horrendo" como para pasar el resto de la eternidad en el Infierno. ¡ todo lo más, en el Purgatorio!. El caso, es que he pensado en darte una oportunidad....(viendo que Armando se ponía muy contento)...No te emociones. Podrás volver a la vida si antes me cumples una misión muy especial que voy a encomendarte.
A: ¿Cúal es, Señor?.
D: No te impacientes, muchacho. Antes debes saber con cúanto tiempo cuentas para hacerlo. Dispondrás hasta el día de Nochebuena. Exactamente 22 días a partir de hoy. Si el día de Navidad, no has conseguido tu cometido, morirás irremediablemente, sin salvación posible. Después...ya se verá cúal será tu destino...
A: ¿Sólo 22 días?. Señor, eso es poco tiempo.
D: Es el tiempo que tienes hasta que el ángel deje de leer tu libro. Si él deja de leer, se acaba todo.
A: ¿Y qué he de hacer?.
D: Conseguir que una joven bogotana como tú, conozca el amor.
A (prometiéndoselas muy felices): ¡Eso es sencillo, Señor!.
D: (sonriendo): ¿Tú crees?
A: ¿Quién es esa mujer a la que hay que conquistar?.

Dios, con una sonrisa de oreja a oreja, igual que el Arcángel Gabriel, que aún no entendía nada de que lo que se proponía el Señor, le mostraron un espejo a Armando. En su reflejo se veía la imagen de una mujer dormida. Era morena, menuda, parecía proporcionada. Estaba de espaldas.

D: ¡Ella!

CONTINUARÁ

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pd: Sé que después de leerla, querrán matarme. Primer capitulo y ya mato a Armando. ¡Qué se le va a hacer!. Ya les dije que el final no era el que esperaban y no lo será, ya les aviso, pero desde luego la historia va a tener mucho, mucho amor. Si lloraron con la anterior, preparen toneladas de klenex, porque las emociones van a estar a flor de piel. Un besito.

Historias de Betty, la feaWhere stories live. Discover now