La otra capítulo 17

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Los negocios se fueron cerrando, los clientes americanos quedaron encantados con el producto, que unía una extraordinaria calidad y un diseño excelente con ese toque “europeo” que había dicho un excelente crítico de modas, para mayor vanagloria de Hugo, a unos costes muy competitivos.

Don Roberto estaba feliz, sentado con su esposa y con el matrimonio Pinzón, observaba a su hijo y a Betty, alternando con los diferentes clientes que se les acercaban, hacían una hermosa pareja. Apartada a un lado, bebiendo más de lo debido estaba Marcela, que no les quitaba la vista de encima.

Don Roberto.- Hermes, ¿qué le pareció el nuevo trabajo?... se fue haciendo una idea.

Don Hermes, asiente.- Seguro que sí doctor, en breve estaré perfectamente al tanto de todo y con mi inglés un tanto oxidado, en perfecto estado de recuperación.

Don Roberto.- ¿Ha visto que buena pareja hacen su hija y mi hijo, don Hermes?... su hija, además de una excelente profesional, es una preciosidad de mujer, tanto física como espiritualmente, le tengo que felicitar.

Don Hermes, que anda un poquito achispado, rompe a reír con esa risa tan peculiar que tiene.

Don Hermes.- Ojojojojojojojo... muchas gracias doctor, estamos muy orgullosos de la niña, hace gala de los esfuerzos y sacrificios que hemos hecho su mamá y yo, para darle estudios... también tiene Vd. que estar orgulloso de su hijo, un excelente joven, que estará Vd. deseando que le haga abuelo ¿verdad?...

Don Roberto.- Pues vea que sí, aunque ya tengo un nieto de cinco años de mi hija, pero de Armando voy a tener que esperar un poco, de momento lo que quiero es que se divorcie de una vez y organice su vida...

Don Hermes, perplejo.- ¿Cómo ha dicho?...

Doña Julia, intervino.- ¡Ay que disgusto!, ¿entonces no se arreglaron el doctor y su esposa?, él me comentó hace unas semanas que vino a desayunar a casa, cuando Vd. aceptó el trabajo, pero yo pensé que lo mismo...

Doña Margarita.- Pues no, mi hijo y Marcela, se van a divorciar, seguro... en cuanto lleguen a Colombia, ahora en estos días. Nunca debieron casarse, él no lo deseaba, pero ella de alguna manera lo presionó, y él por miedo y por no decepcionarnos, consintió, pero es muy infeliz.

Don Roberto.- Nosotros conocemos a Marcela desde niña, es la hija de mi socio y dueña de la mitad de la empresa con sus hermanos, de modo que cuando se pusieron de novios, nos ilusionamos con esa relación.

Doña Margarita.- Con el paso de los años, casi que han vivido juntos antes de casarse, ya sabe Vd. como son estos jóvenes de ahora.

Don Roberto.- Lo cierto es que no, porque Hermes y Julia, tienen la suerte de tener una niña de las de antes, bien juiciosa y formal que les salió la muchacha, Armando siempre nos lo dice, “Betty es una niña de familia”...

Don Hermes, hinchado como un pavo.- Cómo debe ser, por eso no me gusta nada que se quede sola en Bogotá... si al menos tuviésemos familia...

Don Roberto.- Por eso se puede quedar tranquilo, porque yo voy a cuidársela Hermes, cuente con Margarita y conmigo.

Doña Margarita.- Pues como les decía nosotros nos ilusionamos con la relación de Armando, pero él con el paso del tiempo se dio cuenta de que no amaba a su novia y además ella es excesivamente celosa y dominante, tanto que cuando mi hijo le rompió el compromiso hace unos meses, porque se enamoró de otra joven, ella le amenazó con convencer a sus hermanos para retirar el capital de la empresa.

Doña Julia.- Por eso se casó sin amarla ¿verdad?... pobre muchacho...

Doña Margarita.- Pues sí Julia, así es... Yo conozco a Marcela desde niña y siempre pensé que estaba enamorada de mi hijo, pero ahora me doy cuenta que me equivoqué, que si ella le hubiese querido de verdad, no le hubiese forzado a esta infelicidad que vive.

Historias de Betty, la feaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora