Una familia para navidad

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Los días fueron pasando rápidamente, Armando se sumergió de nuevo en la vorágine del trabajo y Betty se concentró en su pequeño estudio, en desarrollar la mayor parte del proyecto.

Ninguno de los dos se acordaba mucho del otro, si acaso a ratos. Ella porque era la primera vez, desde que había nacido Guiller, que un tipo le “movía el piso”, como hubiese dicho su amiga Lucy... la echaba de menos, llevaba dos años viviendo en Venezuela, con su novio del momento y trabajando para una petrolera de Maracaibo. Armando, porque Betty, lo divertía... hacía siglos que no se reía tanto, como se había reído aquél día, con ella y con el chico. Pero por lo demás, cada uno siguió su vida de siempre.

Hacía ocho días que le habían encargado el proyecto a Betty, cuando Nicolás, entró a la oficina de Armando y le encontró, como siempre enfrascado frente a su computador.

Nicolás.- Buenos días, doctor, ¿será que tiene un momento?...

Armando.- Claro, Mora, siga, siga... Vd dirá...

Nicolás.- Es que le traigo una razón de Beatriz, ya les puede mostrar el proyecto y la maqueta...

Armando.- ¿La maqueta?...

Nicolás.- Si, ella es muy profesional... no solo ha hecho los dibujos y los nuevos planos de cómo quedaría la planta, sino que ha levantado una maqueta... lleva trabajando a destajo desde que se le hizo el encargo...

Armando.- Vaya, vaya... ¿y también preparó los presupuestos?...

Nicolás.- Esos no están completos, yo le estoy colaborando, pero hasta no saber si se le aprueba lo que ha diseñado, tampoco nos hemos metido en muchas profundidades, aunque una idea muy aproximada si se les puede dar

Armando.- Bien, podría venir después del almuerzo... ¿a las cuatro les parece bien?, quisiera que estuviese presente toda la Junta Directiva y debo avisarlos.

Nicolás.- A las cuatro está bien, permiso...

A las cuatro menos cuarto, el “Halcón Milenario” de Betty, arribaba nada silenciosamente a la puerta de Ecomoda. Ella bajó resuelta, cargándose su bolso a bandolera, así como la carpeta, y con mucho cuidado, la tabla dónde con esmero, había levantado la maqueta de lo que ella consideraba, se debía hacer en la planta.

Cuando llegó arriba, fue recibida por una amable Sandra que la ayudó a cargar con los bultos y la guió hasta la Sala de Juntas. Enseguida llegó a hacerle compañía Nicolás y esperaron juntos a que fuesen entrando los accionistas.

Hizo una mueca de fastidio, al ver la expresión de desagrado de Marcela, que se sentó muy alejada de ella, y debió de aguantar la risa, cuando oyó las locuras del diseñador, al que le sobraba más de una pluma. Poco después puso cara de asco, cuando aquél baboso de la barbita, le babeó la mano y le habló en un extraño spanglish, y alzó las cejas sorprendida, al ver entrar a dos triple papitos increíbles, que se presentaron como Mario Calderón y Daniel Valencia... por último, entró Armando Mendoza, acompañado de un matrimonio de mediana edad, a los que presentó como sus papás, Roberto y Margarita.

Armando.- Bien Beatriz, le agradezco infinito la premura que se ha dado en preparar sus proyectos, estaríamos encantados de que nos empiece a explicar.

Betty, les dedica a todos una radiante sonrisa, y se coloca sobre la nariz unas gafas pequeñas, de forma ovalada y metal color cobre, que le caen muy bien y le dan aspecto de colegiala estudiosa.

Betty.- Bien, después que el doctor Mendoza me explicase que necesitaban, y de haber recorrido la planta, así como estudiado los planos, he concluido que lo más fácil, lo más barato y lo más práctico, en definitiva lo mejor, es tirarla y volver a hacerla de nuevo...

Historias de Betty, la feaWhere stories live. Discover now