Somos novios 4-7

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Llevaba toda la tarde encerrada en su cuarto, después de despedir a Armando en la oficina, pues él no quiso que se desplazara hasta El Dorado, había almorzado con las muchachas y se le había levantado un terrible dolor de cabeza. Tan fuerte era la migraña, que dio de mano, aprovechando que era viernes y se despidió de todos hasta el lunes.

Ahora hacía unos minutos que Armando la había llamado al celular, así que pudo ocultarle lo de su malestar y él le contó que el vuelo había sido muy bueno y que la propia Alejandra Zing estaba esperándolo, a él, a Cata y a Hugo, en el aeropuerto de Maiquetia. Que los había llevado al hotel donde se celebraba el evento y lo habían instalado en una suite increíble, pero que la echaba muchísimo de menos y no pensaba ni mirar el jacuzzi, porque sólo de pensar que no lo podrían disfrutar juntos le daba mucha lástima de si mismo y de ella. Betty que tenía muchas ganas de llorar, no sólo por la añoranza que sentía de él, sino por el martilleante dolor de cabeza, le pidió que la llamara en otro momento que se estaba quedando sin batería en el celular.

Betty.- Doctor, llámeme más tardecito, cuando regrese de cenar, ya estaré en la casa es que me estoy quedando sin batería y no he traído el cargador... ¿sí? y me cuenta...

Armando.- De acuerdo vida mía, me voy a recostar no tengo nada que hacer, así que pienso dormir un buen rato, luego estamos hablando.

Betty.- Un beso... que descanse

Armando.- La amo Betty, no lo olvide...

Betty.- Yo también lo amo, doctor...

Armando apaga el celular y suspira, mientras vacía su maleta y cuelga la ropa en el armario de la habitación. Alejandra estaba en el aeropuerto y a pesar de que él llegaba con Cata, ella se mostró sumamente cariñosa e insinuante, o al menos eso le pareció a él. Cuando llegaron al hotel, Cata se despidió amablemente, pues deseaba ocupar su habitación y enseguida ponerse a trabajar, aún debía concretar muchos cabos sueltos que le quedaban por resolver, y él pensaba hacer lo mismo cuando Alejandra le asió suavemente del brazo mientras despachaba su equipaje con un botones, y tiraba de él en dirección a una de las terrazas del establecimiento.

Alejandra, sonriente.- ¡Ay Armando, tan tremendo!... ¿y pensabas subirte al cuarto siendo sólo media tarde?... ¿Acaso ahora te acuestas con las gallinas?... porque no es ese el Armando que yo recuerdo, sino uno más divertido y amante de... ¿cómo dicen Vds?... ¡ah sí!... rumbear...

Armando, arqueando las cejas.- Pues sí, vea que sí... estoy cansado, volar siempre me cansa y además me duelen los oídos, como que me afectó la presión...

Alejandra, le mira interrogante.- Pero no le pasaba eso cuando vino hace unos meses, entonces venía muy triste, con la mirada apagada, pero no cansado o con otitis... hoy sin embargo se le ve feliz, con la mirada brillante, hasta tiene mejor la piel, como más relajada, y sin embargo me dice que se encuentra cansado... pues ¿qué pasó Armando?, ¿no es que somos amigos?...

Armando, suspira.- De acuerdo Alejandra, tienes razón. Es cierto estoy muy feliz, mucho, viviendo el mejor momento de mi vida, y lo cierto es que no me provocaba demasiado venir a Caracas, si lo hice, fue por no desairarte, pero hubiese preferido venir en otro momento y no solo.

Alejandra.- ¿Cómo así?... ¿Acaso ella y tú...?

Armando, con sonrisa radiante.- Si Alejandra, sí... seguí tu consejo y busqué mi perdón y ella, mi Betty, me perdonó, había muchos malentendidos, muchas equivocaciones entre nosotros, pero ya pasó todo. Ahora estamos juntos, construyendo nuestra relación y somos inmensamente felices, la extraño mucho, entiéndelo y bueno, pensaba subir a llamarla, para decirle que todo iba bien, que llegué sin problemas y conversar un poquito con ella.

Historias de Betty, la feaWhere stories live. Discover now