La misión

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CAPITULO 9: REENCONTRANDO SU DESTINO

Convencer a Armando no fue nada fácil. Se negaba una y otra vez a secundar el plan divino. Ante tal situación, Dios y el Arcángel Gabriel decidieron dejarle "aparentemente" tranquilo. Sólo cuando Armando Mendoza se descuidó, consiguieron que se tragara la pastilla del olvido y con ello, se borraran esos recuerdos que le hacían sufrir.

Cuando llegó el momento, diez meses después, el alma de Armando Mendoza fue enviada a la tierra, encarnada en la persona de un niño regordete y moreno, de más de 4 kilos y sonrisa pícara. Cómo él, curiosamente, también tenía dos pequeños lunarcitos junto a la comisura de los labios y los ojos oscuros.

En Bogotá, se anunciaba la boda del joven escritor Jorge Enrique Mendoza con su bellísima secretaria, Beatriz Aurora Pinzón en la Catedral Primada de la Ciudad. Aunque los novios hubieran preferido una ceremonia más sencilla y sin tanto boato, se tuvieron que plegar a los deseos de Doña Margarita. Después de la muerte de su hijo Armando, la pobre mujer se la pasaba llorando en su cuarto, recordando, mientras acariciaba las fotos y los trofeos de su hijo. "Si hubiera sido de otra forma- se repetía- si yo hubiera...". Tal era el estado nervioso de aquella mujer, que su marido y su hijo, temieron seriamente por su vida. Estaba sumida en una profunda depresión de la que le costaría mucho trabajo salir.

Jorge, en acuerdo con su padre, decidió obedecer en todo los deseos de su madre, por estrambóticos o snobistas que fueran. Era lo único que podía hacer para devolverle un poco de felicidad a aquellos ojos, que se la pasaban anegados en lágrimas, por la muerte de Armando. "Es el mayor dolor que se puede sentir- le dijo en una ocasión- y no hay nada peor que sobrevivirle a un hijo, más si este solo tiene 34 años y está en la flor de la vida".

Así pues, Jorge y Betty celebraron su boda por todo lo alto. Ella llegó a las 4. P.m, bellísima, acompañada de un Hermes emocionado. Allí, se unió en santo matrimonio al hombre del que ya estaba enamorada: Jorge Enrique Mendoza. No había olvidado a Armando. Nunca lo olvidaría, era solo que aquel amor formaría parte de su recuerdo, de su alma, de su corazón, como el amor de Miguel, por el resto de su vida, aunque ésta la compartiese con Jorge a partir de entonces.

La boda fue bellísima y fue muy comentada por todos los círculos de la sociedad bogotana. Los novios, tras la ceremonia, se fueron de luna de miel al Tirol austríaco, de donde regresaron felices, más bronceados y con la noticia de que iban a ser papás en 7 meses.

La vida de Betty y Armando iba aparentemente por derroteros distintos. Él era un niño que crecía feliz en el seno de una familia humilde de Medellín, pero llena de amor y cariño hacia él. Nunca se sintió solo o desprotegido. Siempre tuvo ahí a sus padres que le daban todo lo mejor de sí mismos. Tuvo una hermanita, Silvia, a la que quería con locura y un perro, Chuchi, que se convirtió en su mejor amigo.

Por su parte, Betty siguió trabajando en Ecomoda, ayudando a su marido. También le servía de secretaria, cuando tenía que escribir sus novelas pero lo que más le gustaba era hacer de "pared". Ella era la encargada de aportarle una visión distinta, de darle otra perspectiva de las tramas que su marido escribía. Cada uno expresaba su opinión y de allí se extraían ideas realmente buenas. Jorge, descubrió, muy sorprendido y halagado que a Betty no se le daba mal eso de escribir, que tenía muy buenas ideas literarias e incluso la animaba a presentarse a concursos literarios y esas cosas. Pero ella nunca quiso. Siempre decía que el artista de la familia, era él, que ella ya tenía bastante con sus cuentas, sus números, sus balances y con hacer de "literata" amateur en sus horas libres.

Gracias al apoyo y al trabajo de Betty, mejoró mucho la producción de Enrique San Juan. Sus novelas empezaron a tener más éxito de crítica y público ya que se empezó a ver en sus obras una mayor calidad. Las veían dotadas de un mayor cuerpo, de mayor empaque. Estaban mejor realizadas, y no sólo en el plano técnico, sino también en el creativo.Estaban mejor escritas y con nuevas ideas, frescas, diferentes. Lo cierto es que el matrimonio Mendoza-Pinzón, formaba un buen tándem creativo.

Historias de Betty, la feaWhere stories live. Discover now