•ᵂʰʸ ᵃʳᵉ ʸᵒᵘ ʰᵉˡᵖᶤᶰᵍ ᵐᵉˀ•

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— Jumin

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— Jumin... — Se acercó la castaña hacia donde estaban ellos.

— Señora Sooah... — Estaba confundido y sorprendido por su repentina aparición —. ¿Cómo supo dónde vivía?

— Tu padre tiene tu dirección...

— Oh, cierto, supongo que sí — Asintió recordando ese factor.

Ahora que lo pensaba, ya no le había contestado a su padre, por ende no sabía por qué lo buscaba o algo parecido, y la repentina aparición de Sooah era de dudar, pero no la juzgaría, primero la escucharía y después opinaría.

— Buenas tardes señora... — Comentó la castaña.

— Buenas tardes — Sonrió al verla.

— Uhm, ¿Gusta pasar? Digo, acabamos de llegar pero... — Jumin estaba siendo cortés, no sabía qué decirle o hacer —. Puede pasar y le servimos algo o...

— Estoy bien, gracias, más que nada requiero el hablar contigo... — Suspiró.

— «¿Conmigo?» — No lucía feliz, al contrario, lucía decaída y neutral, no sabía lo que había sucedido, así que nada —. Uhm...

— Descuida, en sí no es algo malo, o bueno... Quizás debas escuchar para opinar... — Sugirió.

— Es cierto, le ofrezco que venga a nuestro hogar para poder hablar — Le dió el paso.

— Gracias...

Ella se adelantó mientras que Jumin iba atrás junto con su esposa.

— Es extraño, ¿No? — Hyeji le susurró al pelinegro, tratando que la castaña no se diera cuenta o los escuchara.

El pelinegro asintió y miró hacía adelante mientras se acercaba a la chica para hablarle más de cerca y la señora no pudiera escucharlos.

— No sé a qué venga...

— Descuida, habla con ella y luego puedes dar tu opinión como siempre — Susurró con una sonrisa.

— Es cierto — Concordó con ella.

Ellos caminaron hasta llegar a la entrada del penthouse, ahí el pelinegro colocó la contraseña y dejó pasar a la señora que había ido a visitarlos.

Ellos entraron y Jumin cerró la puerta, acto seguido, de inmediato la persa y el pomeranian corrieron hacia ellos, dejando a Sooah maravillada por las criaturas.

— Bien, está en su casa, yo los dejaré para que hablen... — Hyeji tomó a ambas mascotas para llevárselas a su habitación.

— Gracias...

— Sí amor, gracias — Jumin le dirigió una sonrisa a la castaña lo cuál ésta sonrió también.

— Con permiso — Pasó ella a su habitación dejando a la castaña y el pelinegro solos.

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