198. El diario de Zac

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Los padres de Will llegaron a su departamento esa tarde del 26 de diciembre, poco después de que Neil llevara a Alex a su casa. Yo aún me encontraba limpiando todo pero lo dejé para recibirlos. Los invité a pasar aunque no estaba muy seguro. Se sentaron en el sofá.

— ¿Les ofrezco algo de beber?— pregunté dudoso.
— Para mí no, gracias— dijo la madre de Will con su mismo semblante serio de siempre.
— Yo estoy bien así— dijo el padre con una sonrisa en su cara mientras miraba todo a su alrededor.

Eso era de verdad muy incómodo.

— ¿Buscaban a Will? Porque fue a trabajar— dije—. Pero le avisaré que están aquí si quieren.
— ¿Tuvo que trabajar hoy?— dijo ella—, qué triste suena ser empleado en un hospital como ese.
— Si trabajara con nosotros hoy se hubiera tomado el día libre— dijo él—. También Madelaine.
— A los dos les gusta su trabajo— dije—, lamento que no pudieran encontrarlo pero si quieren dejarle un mensaje, le diré.
— En realidad sólo queríamos decirle que limpiamos el ático y encontramos muchas cosas suyas y de Alexander que no sabemos si sirven o no— dijo ella—. Traemos algunas.

Me ofrecieron una pequeña maletita. La tomé.

— Gracias, le diré— dije—. No debieron venir, lo hubieran llamado y él iría por ellas así como lo hará con las que todavía están en su casa.
— Bien, pero dile que lo haga lo más pronto posible— dijo ella—. Ocupan espacio y si no se apresura las tiraremos a la basura.
— De acuerdo— dije—, ¿Puedo ayudarlos con algo más?
— No, es todo— dijo ella.
— Sí, te dejaremos seguir limpiando— dijo él—, al parecer tuvieron invitados aquí.

Me miraron.

— Así es— dije muy tranquilo—. En realidad por eso es que yo quería visitarlos pronto. Para decirles algo importante pero no lo hice hoy porque no le avisé a Will que lo haría. Aprovecharé que están aquí para decirles que ayer Will y yo nos comprometimos. Fue nuestra fiesta de compromiso por así decirlo. No sabía si Will quería decirles pero yo considero que es algo que deberían saber.
— ¿Te comprometiste con William?— me preguntó ella muy indiferente.
— Sí, le di un anillo enfrente de nuestros amigos y familiares— dije.
— Qué romántico— dijo él—. A William siempre le gustaron todas esas cosas. Seguramente lloró. ¿Alexander estaba aquí?
— Así es— dije.
— Debió llorar también— dijo él—. Los dos son unos llorones.

Decidí no decir nada sobre eso. Para esas alturas ya había aceptado que pelear con ellos era un esfuerzo inútil.

— ¿Ya saben cuándo se casarán?— me preguntó ella.
— Espero que sea pronto— dijo él—. Para que William no espere tanto. Siempre soñó con casarse.
— Le prometí a mis padres graduarme antes de casarme— dije.
— Qué mal para William entonces— dijo ella—. Porque podrías arrepentirte y romper el compromiso.
— Eso no va a pasar— dije.
— Pues ojalá— dijo el padre—. Porque creo que William ya no soportará que le rompan el corazón de nuevo. Pobrecillo, tan hermoso y siempre termina sufriendo...
— Eso definitivamente no va a pasar— dije enojado pero tratando de controlarme.
— ¿Y cómo tomó tu padre la noticia?— me preguntó ella.

La miré fijamente. Olvidé que le conté eso.

— No lo sabe— dije—. Creo.
— Pero lo sabrá— dijo ella.
— Posiblemente— dije.
— ¿Y si no le agrada?— me dijo él.
— ¿Usted también lo sabe?— le dije.
— Claro que sí— dijo él—. Estamos casados y tenemos un buen matrimonio. Es porque nos contamos todo.
— Sí, imagino que así es— dije.

Entonces tocaron a una puerta. Imaginé que debía ser la de al lado, del departamento de Madie. Me pareció raro porque ahí no había nadie.

— ¿Me disculpan un momento?— les dije.

Secretos de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora