177. El diario de Alex Harper

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El señor Benette me llevó a casa por la tarde después de que el almuerzo terminó. Me sentía mentalmente agotado. Quería dormir pero debía ir a mi práctica. Llegué, me cambié, tomé mis cosas y salí corriendo. Tomé el autobús. Me bajé en la estación donde debía y corrí hasta el lugar. Entré en la tienda y subí las escaleras rápidamente. Entré a la habitación. Los demás ya estaban ahí.

— Alex, llegas tarde— dijo la profesora.
— Perdón— dije.

Me cambié de ropa y empecé a hacer mis ejercicios de calentamiento. Después me uní a las otras cinco personas. No conocía a ninguna de ellas, eran cuatro chicas y un chico. No me interesaba tener amigos en realidad. Quería estar muy concentrado pero Neil aparecía en mi mente ocasionalmente y eso me irritaba mucho.

En esos días había estado tratando de hacer un grand battement, que era un movimiento en donde se debía levantar una pierna lo más que se pueda mientras se mantiene el equilibro en la otra. Requería de flexibilidad pero ese no era mi problema, yo no lograba hacerlo bien porque no tenía la suficiente fuerza como para mantenerme. A comparación con otros movimientos donde debía girar y conseguía un impulso extra así, para el grand battement simplemente debía hacer el movimiento y mis piernas no tenían la fuerza suficiente. Eso me frustraba mucho.

— No te falta fuerza, te falta concentración— me dijo la profesora.
— Estoy casi seguro de que sí me falta fuerza— dije—. Estoy en una condición muy mala.
— Pensé que habías estado ejercitándote.
— Lo he hecho— dije—. Estoy saliendo a correr en las mañanas. Pero no sé si sea suficiente. Porque ya intenté este movimiento muchas veces y no me sale.
— Si estás distraído pensando en algo, es normal que no puedas hacerlo— dijo ella—. Así que libera a tu cabeza de lo que sea que te preocupe.

Decirlo era fácil. Porque hacerlo era muy difícil, yo ya lo había intentado.
Todo parecía difícil en ese momento.
Terminó mi clase y regresé a casa. Ese había sido un día terrible. Pero iba a ponerse peor. Cuando llegué, mamá llamó.

— ¿Qué quiere, señora desconocida?— dije molesto.
— No eres gracioso— dijo ella en su tono de voz indiferente—. Necesito un maletín que seguramente está en el ático. Es pequeño y de color gris.
— Entonces suerte cuando vengas a buscarlo.
— ¿De verdad quieres que vaya?
— No, la última vez que estuviste aquí se murieron todas las plantas del jardín— dije—. Buscaré tu estúpido maletín y te lo enviaré.
— De acuerdo— dijo ella—. Pero lo necesito lo antes posible.
— Sí, ya te escuché.
— ¿Has hablado con William recientemente?
— ¿De repente Will te importa?— dije.
— Quería saber si aún está saliendo con el jovencito que quiere ser político.
— ¿Por qué dejaría a Zac? Se aman.
— Después de lo de la última vez, habían posibilidades de que ya hubiera abandonado a William.
— Eso te gustaría, ¿No?— dije.
— Admito que en parte sí. Ellos no son una buena pareja.
— Nadie te preguntó pero como sea, te enviaré tu maletín y no trates de molestarme porque no tengo tiempo para tus comentarios de vieja bruja.

Terminé la llamada. ¿Eso podría ponerse peor?
Fui al ático. Busqué el maletín pero no lo encontré fácilmente. Cuando iba a darme por vencido, lo vi detrás de los adornos de navidad. Lo tomé. Entonces encontré unos patines para patinar sobre hielo. Debían ser de mamá. Esa era la razón por la que me metió al ballet, porque creía que sería bueno para aprender a patinar sobre hielo. Pero eso nunca me interesó y me quedé simplemente con el ballet. Tomé los patines y el maletín.
Envolví lo mejor que pude al maletín y salí al centro comercial. Rellené algunos datos sobre donde debían entregar el maletín y después de que ese proceso estuviera hecho, fui a la pista de hielo. Cada diciembre Will me había dicho que ponían una pista de hielo junto un gran árbol de navidad. Fui y efectivamente, ahí estaba.

Secretos de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora