145. El diario de Zac

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El día de la exposición de Jill, yo estaba tan ansioso que hasta empecé a sentir náuseas. Además Neil y Madie no ayudaban.

— ... y si empiezas a sentirte enfadado, recuerda respirar profundamente al menos unas cinco veces— me dijo Neil.
— Y no es necesario que se queden ahí mucho tiempo— me dijo Madie—. Si no te sientes bien, mejor dile a Will que quieres regresar. A Jill no le molestará.
— Sí, ella seguramente entenderá— me dijo Neil—. Apuesto a que tu bienestar también le importa.
— En todo caso, no te sobre esfuerces— me dijo Madie.
— Se preocupan demasiado— les dije—. Hacen que me sienta angustiado.
— Lo siento— me dijo Neil.
— Es que queremos que estés bien— me dijo Madie.
— Entonces deberían venir con nosotros— dije.
— No, yo definitivamente sólo causaría problemas— dijo Neil.
— Yo también— dijo Madie.
— ¿Y tú por qué serías un problema?— le dijo Neil a ella.
— Porque Will irá. Y no quieren que nos la pasemos peleando por todo el camino, ¿Cierto?— dijo ella.
— Yo no peleo— dijo Will, que estaba usando un traje—. Sólo soy razonable.
— ¡Te ves genial!— le dije mientras lo miraba maravillado.
— Pero este moño no me sale— dijo mientras intentaba ajustarlo.
— Yo lo hago— dije.

Me acerqué. Miré el moño, efectivamente lo estaba poniendo mal. Pero no me sorprendía de Will, él solía hacer muchas cosas mal aunque fueran muy comunes. Por eso simplemente no dejaba de sorprenderme cómo es que participaba en cirugías delicadas y complicadas sin cometer un solo error.
Cuando terminé de acomodarlo, me di cuenta de que me miraba fijamente. Eso me puso muy nervioso.

— Ay, qué lindo— dijo Neil.

Eso me sacó de mi trance (porque cuando Will me miraba así yo entraba en otra dimensión, una en donde todo lo que pensaba era en besarlo). Lo miré.

— No es bonito, es raro— dijo Madie molesta.

Jason apareció.

— ¿Alguien podría ayudarme?— dijo—, ya lo intenté y este moño no me sale.
— ¿Tú tampoco puedes?— dije, me acerqué para acomodarlo—, les hace falta vestirse más formales.
— Sí, sobre todo porque se ven muy bien— dijo Neil—. Y no sabía que Jason iría.
— Yo tampoco— dijo Jason—. Pero Laura me envió un mensaje esta mañana diciendo que esperaba verme y no pude decirle que no.
— Sí, sobre todo porque la amas y quieres casarte con ella— le dijo Madie—, es obvio, no engañas a nadie.
— Eso no es cierto— dijo Jason.
— Listo— dije—. Ahora sí hay que irnos.

Llamaron a la puerta. Neil abrió. Era mamá.

— Katherine, te ves espectacular— le dijo—. El morado es tu color.
— Gracias— dijo ella mientras entraba, me observó—, ¡Zac, luces tan apuesto!

Se acercó para abrazarme.

— Gracias mamá— dije—, ¿Y el profesor Charles?
— Está afuera tratando de hacerse el moño pero no le sale— dijo ella.
— ¿Acaso a nadie le enseñaron cómo hacer uno?— dije.

Entonces recordé que una vez cuando era pequeño papá se estaba preparando para un evento. Se encontraba ocupado peinándose cuando yo tomé su moño que estaba sobre la cama. Intenté ponérmelo pero no pude. Entonces él se acercó, me sonrió y me enseñó cómo debía hacerlo. Después lo deshizo y yo intenté armarlo. Lo logré y él se puso muy feliz. Me dijo “Zac, aprendes muy rápido. No me sorprende porque eres muy listo. Pero siento que llegará un día donde ya no me vas a necesitar para nada. Así que no crezcas tan rápido”. Y yo lo miré feliz mientras le decía que siempre iba a necesitarlo.

Recordar eso sólo me dio ganas de llorar. No, ya no quería ir.
Salí corriendo a la habitación de Jason. Entré y fui a su clóset. Lo abrí, saqué algunas cosas y me metí. Cerré. Me sentía terrible. Neil apareció.

Secretos de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora