74. El diario de Zac (y una última conversación)

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Nos fuimos a dormir después de que el profesor se enterara de muchas cosas malas que sucedían en su casa cuando él no estaba (como cuando Madie usó sus libros como pinos para jugar bolos). La casa del profesor tenía muchas habitaciones. Al parecer era de su madre.
Will y yo nos quedamos en la que era la habitación donde Ben ponía sus figuras coleccionables. Tenía muchas repisas llenas de muñequitos.
Dormí mientras Will me abrazaba. Me recordó a la vez en la que descubrí que papá no era mi padre biológico. Will también estuvo para mí. Sin embargo a comparación con aquella ocasión, yo ya no podría recuperar a papá. Es más, simplemente recordar lo que dijo cuando lo volví a ver después de eso, me hacía querer llorar mucho. Pero resistí porque ver a Will me hacía fuerte. Debía serlo por él y por mí. Porque lo que vendría después no sería fácil.

Al día siguiente, nos despertamos porque Madie entró de golpe a nuestra habitación.

— ¿Qué, qué pasa?— dijo Will asustado.

Me senté y miré a Madie, se veía terrible.

— ¡Jill está aquí!— dijo ella emocionada.
— ¿Qué?— dije sorprendido—, ¿Qué hora es?
— Casi las 10:00 am— dijo ella.
— ¿Por qué no nos despertaste antes?— le dijo Will.
— Porque Ben dijo que debía dejarlos dormir— agregó ella—. Dijo “deja que duerman todo lo que quieran, deben estar cansados”. Después se fue a preparar té con una complicada técnica china milenaria. Por cierto, está rico.

Me puse mis zapatos como pude y salí disparado de la habitación. Bajé las escaleras. En el mismo sofá donde yo estuve dormido el día anterior, se encontraba Jill.

— ¡Jill!— dije emocionado y nervioso.
— ¿Zac?— dijo ella mientras se levantaba—, ¡Zac!

Nos encontramos y la abracé, como si no pudiera creer que la estaba viendo.
Ese abrazo se sintió muy bien, como si estuviera a salvo.

— ¿Estás bien? ¿No te duele nada?— dijo mientras se separó de mí y me inspeccionó.
— Lo estoy— dije.
— ¡No tienes idea cuánto te extrañé!— dijo conmovida.
— Yo también te extrañé mucho— le dije, no quería llorar pero tenía ganas.

Nos abrazamos. Lucille y George salieron de la cocina.
Me separé de Jill. Ellos se acercaron para abrazarme.

— ¡Zac, qué bueno que sigues vivo!— me dijo George.
— A mí también me alegra verte— le dije.
— Ayer casi me da un ataque cuando supe lo que pasó— me dijo Lucille—. Principalmente porque pensamos que estabas perdido.
— Y después de que George se peleara con tu padre, empezamos a buscarte— me dijo Jill.
— ¿Qué?— dije asustado.
— No peleamos— dijo George—, sólo le grité un par de cosas. Espero que no quiera vengarse de mí, ahora que es el alcalde puede hacerlo.
— ¿Qué le dijiste?— pregunté.
— No podía creer que te diera a elegir— dijo George—, así que al principio traté de explicarle que lo que ustedes dos tenían era algo bueno pero él se negó a escucharme, me acusó de ser su cómplice, me dijo que no sabía nada y me hizo sentir como...
— Como si fueras un niño tonto— dije.
— Exacto— dijo George—. Porque sé que puedo ser tonto, pero no un niño. ¿Debería dejarme crecer la barba?
— Así estás bien cariño— le dijo Lucille.
— ¿Y luego qué pasó?— preguntó Madie.
— Nos enojamos, le dije que no contara con mi voto en las próximas elecciones y me fui después de azotar la puerta principal con fuerza— dijo George—. Luego recordé que olvidé a mi esposa y a mi hermana ahí así que volví pero eso no debió disminuir el impacto de mi salida.
— ¿Él sigue muy molesto?— pregunté con miedo.
— Lo está— dijo Jill—. Y no tiene ninguna razón lógica para estarlo. Yo también quise irme pero... no puedo.
— No deberías— dije—. Esto es sobre mi papá y yo, tú no deberías sufrir por mi culpa.
— No apoyo a tu padre— dijo ella—. Pero él tampoco quiere escucharme. Está convencido de que volverás. Cree que pasar una noche fuera de casa te hará recapacitar y que hoy volverás.
— Entonces yo le dije que no harías eso— dijo George—, principalmente porque sabía que si te fuiste, buscaste a Will, cosa que sí pasó. Y básicamente con él tienes todo lo que necesitas, así que no volverías.
— Y se enojó más— dijo Lucille.
— Pero es que no entiendo por qué espera que vuelvas— dijo George—. Por un lado, está él y su cara malhumorada, que no te acepta como eres. Por otro lado, está Will y su carita preciosa, que te ama y que es un exitoso médico. No sé qué estaba pensando el señor Benette, pero es obvio que iba a perder.
— Todos ustedes tienen un muy buen concepto de mí— dijo Will—. No sé si estoy a la altura de sus expectativas.
— Claro que sí— le dijo George—. Simplemente trata de no perder a Zac cuando vayan al centro comercial y todo bien.

Secretos de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora