157. El diario de James

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Por la tarde, cuando llegué a casa después de estar con los demás fumando, decidí que podría practicar un poco con mi nuevo saco de boxeo. Estaba por hacer eso cuando mi teléfono empezó a sonar. Lo tomé. Era Christopher. Me pareció extraño.

— Hola Jimi— dijo—. Perdón por molestar pero quería preguntarte por mi hermano. Sé que me dijiste que no puede llamarme porque perdió su teléfono y cambia tanto de lugar que no podemos marcarle... pero de verdad me parece extraño que hasta ahora no haya conseguido otro teléfono... o una computadora...
— No sé y no puedo preguntarle— dije—. Nosotros terminamos hace poco.
— ¿Qué?— dijo sorprendido.
— Terminamos. Así que ya no hablamos para nada. Si quieres preguntarle algo, contacta a tu madre. Adiós.

Probablemente fui grosero pero no me importó. Entonces miré el saco de boxeo. Lo bauticé al instante.

— Bien, Virginia, practiquemos un poco— dije.

Como su nombre era largo, decidí llamarlo virgi. Pensé que no pasaba nada si me imaginaba la cara de la madre de Evan mientras lo golpeaba. Mi brazo izquierdo aún me dolía pero el derecho tenía muchas ganas de golpear algo o alguien. Imaginé que al día siguiente podría ver qué se podría hacer al respecto.

Llegó el última día libre que tendríamos. Y decidí que lo disfrutaría al máximo. Nuevamente me encontré con chicas a las que ayudé amablemente, con idiotas haciendo estupideces a los que amenacé y regresé a mi salón de clases donde todos se portaban muy bien porque me temían. Menos Olivia porque se acercó para preguntarme por un proyecto de equipo. Iba a decirle que no lo haría pero no hizo falta, ella muy amablemente me dijo que si quería, podía poner mi nombre en el suyo y decir que lo hicimos juntos.

— No es necesario— le dije.
— ¿No quieres?— dijo muy avergonzada.
— No exactamente. Pero no deberías. Si quieres por mí está bien.

Se alegró al escuchar eso. Regresó a su lugar. Me dio mucha lástima. ¿Tan sola se sentía que prefería hacer todo por alguien simplemente para que no la dejaran? Sonaba patético. Quizá tanto como lo que yo estaba haciendo. Lo entendía. Pero me gustaba. Al menos me distraía de mi soledad. Y prefería cualquier cosa antes que eso.

Llegó el receso. Fui a la fuente. Los demás ya estaban ahí. Me senté en mi lugar.

— James, ya me aburrí— se quejó Bran.
— Sí, hay que buscar algo— dije.
— Ayer un sujeto en mi salón dijo que nadie debería tenerte miedo— me dijo Letty—. Porque según él, con tu cara parece que en lugar dar golpes das besos. Luego dijo que si aparecieras frente a él, te besaría. Qué asco.

Sonreí. Eso era lo que estaba buscando.

— Dime, querida y hermosa Letty— le dije—, ¿Dónde crees que pueda estar ese sujeto ahora?
— Donde siempre está, en la cafetería— dijo ella.
— Bien, hay que visitarlo— dije.
— ¡Sí!— dijo Bran feliz.

Caminé a la cafetería. Los demás me siguieron. Entré. Letty se acercó a mí.

— Es el de la última mesa— me susurró en el oído.

Sonreí. Eso me emocionaba mucho. Me acerqué. Los demás me siguieron. Me detuve enfrente de un tipo alto, delgado, con cara delgada y nariz aguileña. Al verme me miró asustado.

— Escuché que te gusta mi cara— le dije mientras me sentaba sobre la mesa, enfrente de él—. Así que aquí estoy, esperando que me beses.

El pobre tipo tenía tanto miedo que hasta estaba temblando. Me miraba horrorizado, como si estuviera a punto de morir. Empecé a reírme. Todos me miraron.

— Me agradas— le dije de buen humor—. Eres la primer persona que admite querer besarme. Porque no sé si lo sabes, pero le gusto a todo el mundo aquí. Nunca lo admiten, pero sé que es verdad. Así que te salvaste esta vez. Considérate con suerte.

Secretos de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora