—¿En serio? ¿Y qué es lo que disfruta entonces?

—¿Estás molesta, Ilora?

—No, no es eso, es solo que... —suspiré—. Me gustaría poder haber disfrutado de todo eso. En lugar de conocerme a mí, sabes más de ella. Creo que eso sí me molesta un poco.

Si los dragones podían reír, el resoplido que hizo Alhaster se sintió como uno. Sin embargo, lejos de enojarme, me hizo sonreír.

—Entonces enséñame, ¿qué disfrutas tú, Ilora? —preguntó y tuve que reconocerle que era bueno mejorando situaciones tensas.

—Me encanta nadar y amo los caballos. Me habría gustado especializarme en psiquiatría y aquí descubrí que me gusta el tiro con arco, aunque puede que Eu Sung influyera en eso desde antes. Veía muchas películas románticas y daría todo por una vasta colección de libros —expliqué, mas no obtuve una respuesta—. ¿Alhaster, estás escuchando?

—Lo hago, pero creo que te gustará ver lo que acabo de notar.

—¿Qué cosa? —pregunté con curiosidad al asomar mi cabeza entre sus alas.

Parece que el hada le dará un regalo al lobo —explicó y yo busqué a los mencionados, que conversaban lo bastante lejos de mi alcance como para no escucharlos.

Luigi y los demás estaban más cerca de la fogata bastante concentrados en Piwi haciendo gestos exagerados para generar sombras interesantes.

Son tan lindos —suspiré, apoyando mis codos sobre Alhaster, para ver con mayor claridad la escena.

—Cassie lo está regañando —informó, sabiendo que me resultaría imposible escuchar.

—¿Y eso te hace creer que le dará un regalo?

Antes le ha dicho, sin insultos, que necesitaba que la acompañara.

—Oh, va en serio.

—Tan serio como que lo acaba de amenazar por ser grosero. Parece que no le está dando opción tampoco —bromeó y cubrí mi boca para evitar que me escucharan reírme—. Ahora le ha dicho en tono amable que es importante.

Por un segundo, creí que Brennan se alejaría y dejaría a Cassie, pero no lo hizo. Se levantó y la siguió sin chistar.

¡Se van, Alhaster! —informé al escapar de la protección de sus alas—. ¿Hasta dónde podrías escucharlos?

—No estoy seguro a dónde irán, no puedo afirmarlo.

—Los seguiré.

—¿No puedes controlar tu curiosidad, cierto? ¿Te gustaría que nos espiaran?

—¿Quién te asegura que no lo han hecho ya? —respondí con otra pregunta y sonreí, antes de sacudir mi mano para él—. Te veo en un rato.

—Bien, pero ten cuidado. Cuéntame más de ti la próxima vez.

Me sentí eufórica utilizando el entrenamiento élfico para mi propia diversión. Sin embargo, al estar en desventaja, siguiendo a un licántropo con los sentidos agudos y un hada que leía mentes, cuidé el doble que mis pisadas fueran suaves y que la distancia entre ellos y yo fuera grande.

Vi ambas siluetas detenerse y hablar a varios metros, pero no me acerqué a escuchar, hasta que no estuve segura de que su concentración evitaría que me notaran.

—¿Puedes escucharme?

—¿En serio necesitábamos esto? Me asusta la posibilidad de convertirme en tu cena. Y no en el buen sentido.

Quise reír, pero no así Cassie.

—Deja de jugar, por favor, esto es importante —afirmó Cassie, desplegando sus alas y elevándose, llevó sus manos al rostro de Brennan, quien retrocedió un poco por la sorpresa.

—No entiendo qué ocurre, Cas, pero no creo que sepa rico en guiso.

Era obvio que el lobo estaba mucho más asustado de lo que podía expresarlo con palabras, pero su mecanismo de defensa eran las bromas.

—Cállate, por favor —pidió ella—. No tengo ni idea de cómo hacer esto, pero tengo que hacerlo y requiero que permanezcas tranquilo, ¿está bien?

Brennan, sin palabra alguna, asintió, dejando caer sus manos a los lados de su cuerpo en una postura de rendición total.

Yo, Cassie de las hadas, hija de Litmuss, por el poder que se me otorgó al nacer, te concedo la bendición más fuerte de todas —juró el hada, mientras pequeñas ráfagas de viento los rodeaban—. Brennan de los licántropos, mi regalo para ti es una promesa: Siempre que me necesites, allí estaré. Cuando de tus labios mi nombre brote, allí estaré. Cuando tus ojos mi recuerdo añoren, allí estaré. Cuando tu alma a la mía implore, allí estaré. Cuando sientas desfallecer, solo necesitarás pensar en mí y entonces tu escudo yo seré. Pide lo que necesites, pues todo lo que a mi alcance esté, yo te ofreceré.

En la oreja izquierda de Brennan pequeñas esporas platinadas comenzaron a relucir como joyas, pero desaparecieron cuando Cassie finalizó el acto dejándose caer sobre el pecho del lobo, que la atrapó sin permitirle tocar el suelo.

—¿Qué carajos acaba de pasar, Cassie?

—No tengo ni idea —admitió ella, viéndose en exceso emocionada—. Oh por Litmuss, acabo de hacerlo, Brennan. Acabo de burlarlas.

No entendí una mierda. De hecho, fue obvio que Brennan entendió mucho menos, pero no dijo nada. En su lugar, se dejó caer en el suelo, sosteniendo a una debilitada hada mucho más tiempo del que consideré prudente quedarme a observarlos.

Para mi sorpresa, y más tarde la de Alhaster cuando le conté, abandoné el bosque sin esperar una conclusión. Y no lo hice porque tuve dos certezas: Mis teorías eran reales y ambos, lobo y hada, necesitaban tiempo para asimilar sus sentimientos.

CDU 2 - El legado de Faedra [GRATIS]Where stories live. Discover now