No comprendí si se debía a mi marcha o algún problema con la pequeña adivina, así que decidí preguntar.

—¿Le molesta alguna de las situaciones?

El rey me miro como si no diera crédito a mis palabras y, entonces, asintió como si me debiera responder.

—Digamos que esperaba algo más de vuestra grata compañía —dijo y rio, girando sobre sus talones para caminar hasta unos bancos, bastante parecidos a los que había en el centro de entrenamiento élfico—. Puedes venir a sentarte.

Indicó un lugar a su lado y, para mi sorpresa, haciendo alarde de sus capacidades, el rey movió sus manos y uno de los muchos arreglos florares del lugar tomó su camisa y se la entregó, como si de dos manos se tratasen.

El rey la tomó con naturalidad y acarició las hojas de la planta, que recibieron el gesto y volvieron a su lugar y tamaño original.

—Es asombroso —susurré, aunque no demasiado bajo para no ser escuchada.

Caminé hasta el lugar que me indicó el rey y cuando estuve segura de que no me perdería algo más de su muestra, tomé asiento frente a un ya cubierto elfo.

—Veo que ya tienes tu piedra —dijo y yo asentí, no contenta por el cambio de tema.

—No ha respondido mi pregunta, su majestad.

—Puedes decirme Steven. En este momento compartimos igual condición, no puedo exigir tu reverencia.

—Aún no soy una princesa.

—Lo eres para nosotros, Ilora. Hemos probado que eres la heredera de Normandia y eso es suficiente. Insisto en que me llames por mi nombre.

—¿Entonces me dirás que pasa con Madelen? —presioné, esperando alejar la conversación de mí, y vi un atisbo de sonrisa en sus labios, al notar que había dejado atrás el usted.

—Eres insistente. Y ocurre que no puedo dar crédito a la facilidad con la que Yunna tomó esa decisión.

—¿No estás de acuerdo?

—No es eso, yo siempre apruebo las decisiones de Yunna. En nuestro reino, a diferencia que en el de los hechiceros, las decisiones son igual de validas, ya sean tomadas por el rey o la reina.

—Entonces, no entiendo.

—Yunna es reservada, a veces demasiado para su propio bien. No antepone una decisión. De hecho, jamás lo ha hecho, pero aparece esta niña y creo que puede estar sintiéndose responsable o identificada... —el rey tuvo que haber notado mi desconcierto, porque suspiró, antes de proseguir—. La reina es huérfana, Ilora.

Y todas mis dudas fueron disipadas. Steven no estaba siendo un hombre obtuso, solo un esposo que temía que su esposa sufriera.

—Pensé que había que tener sangre real para tomar el trono.

—Yo la tengo. Los reyes anteriores, mis padres, los que aún reinaban cuando sucedió la toma de tu reino, encontraron a dos hermanas mientras cubrían algunas zonas del bosque. Tenían doce años y estaban cubiertas de suciedad. Las chicas eran elfos idénticos, pero una de ellas tenía la marca de los videntes y los ojos rojos, característicos de los elfos caídos. Imagino que ya sabes a quién me refiero.

Por supuesto que lo sabía y entendí por qué ambas parecían ocupar lugares igual de importantes.

—¿Yunna y Liatris son hermanas? —no pude ocultar la sorpresa en mi voz.

Nunca había notado el parecido, pero empecé a recordar las mismas miradas, los mismos rasgos faciales y la imponente postura. Por supuesto que eran iguales. Se suponía que era una doctora y no lo había visto venir.

CDU 2 - El legado de Faedra [GRATIS]Where stories live. Discover now