Ya el domingo volvía a trabajar, decidí colocarme una camiseta rosa y mis leggins cómodos. Cuando llegué había muy pocas personas ya que era bastante temprano aún, me dirigí a la sala para guardar mis cosas en el casillero y nuevamente se encontraba Max sentado. Al sentir mis pasos dirigió rápidamente su mirada hacía mí y una sonrisa escapó de sus labios.

-Buenos días fresita - su tono arrogante me fastidiaba un poco -

-¿Fresita? - pregunté confundida-

-Por tu camiseta rosita - río-

-Como digas -le dije desinteresada-

-¿Por qué tanta mala onda fresita? -se levantó y comenzó a acercarse-

Rodee los ojos por su apodo -Simplemente no estoy interesada en hablar.

-Bien, entonces no hablemos.

De un segundo a otro sus manos estaban en mi cintura y sus labios se estamparon con los míos, me quedé congelada en mi lugar porque definitivamente eso no me lo esperaba para nada.

Y este chico que se cree.

Lo separé de mi empujándolo con mis manos.

-¿Qué mierda te pasa? -le pregunté molesta-

-Dijiste que no querías hablar -dijo con su tono divertido-

-Idiota.

Cerré mi casillero con fuerza y fui hasta mi puesto de trabajo. Debo admitir que su beso no se sintió nada mal, además de que es un chico muy atractivo, pero idiota y arrogante.

Toda la jornada estuvo lanzándome miradas pícaras y sonriéndome de oreja a oreja, yo solo lo ignoraba lo más que podía.

A la hora de almuerzo me senté para comer la ensalada que había traído, me encontraba junto a dos compañeras Lily y Sam, y como no, Max.

-Y dinos, Max, ¿A qué chica encuentras atractiva de aquí? -preguntó Sam coqueta.

Max río -Amanda -dijo mirándome fijamente-

Su respuesta no me sorprendió, solo lo fulminé con la mirada, pero no dije nada. Las chicas me miraron celos y no preguntaron nada más. Creo que a todas nos gusta Max.

¿Nos?

Cuando me quedaban unos quince minutos para por fin irme a casa, sucedió lo que menos quería en este momento. Pero ahí estaba de pie frente a mí, con su cabello perfecto y su rostro adorable, pero no estaba solo. La chica del otro día estaba junto a él con una gran sonrisa.

Evan se quedó sorprendido al verme y no dijo nada. Los nervios se apoderaron de mí.

-Quiero llevar esto -dijo la chica entregándome unos productos de baño-

-Enseguida -le sonreí falsamente-

Ella pagó y le entregué la boleta y su bolsa de mala gana. 

-Muchas gracias -sonrío y se dio la vuelta para irse-

Evan se quedó ahí unos segundos más observándome y luego se marchó sin decirme nada.

¿Por qué es así?

¿Y por qué cada vez que lo veo me pongo así? Lo odio por hacerme sentir cosas que no me gustan y no quiero.

Ni siquiera fue capaz de saludarme. Idiota.

Después de quedarme unos minutos aún sorprendida y confundida por su presencia, me retiré de mi puesto al ser la hora de salida.

Por fin. 

Una vez en casa saludé a mis padres y me cambié por algo más cómodo y fresco. Bajé para ver una película con ellos y poder aprovechar el tiempo juntos porque durante la semana los veo muy poco.

Estuvimos comiendo cabritas y viendo comedias de Netflix todo lo que restaba de la tarde, ya de noche subí para por fin acostarme. Me puse a leer 50 sombras de grey, ya estaba por finalizar el libro, de vez en cuando me gusta leer un poco antes de dormirme.

Necesito un Christian Grey en mi vida.

El sonido de un mensaje interrumpió mis pensamientos.

Kevin.

-Mañana hay un partido de fútbol en la universidad, todos asisten. ¿Te apuntas?

Le respondí dando mi aprobación. La verdad no tenia nada que hacer mañana y aunque no fuera muy fan del fútbol me llamaba la atención ir. 

Nuevamente Evan me invadió.

¿Irá también él? 

XX.

Espero les guste <3

Aprendiendo a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora