Capítulo 55

577 70 87
                                    

Al cerrar la puerta, Valeria corrió hasta su habitación y se tumbó sobre la cama con lágrimas en los ojos. Abrazó la almohada con fuerza mientras recordaba la actitud suplicante de Manuel y su propia voluntad para no escucharle. ¿Desde cuándo no le importaba lo que tuviera que decirle? Por su mente pasaron muchas imágenes de lo vivido con él, otras de la intervención de su madre en sus vidas y finalmente algunas frases que nadie había dicho, pero que ella llevaba guardadas en lo más profundo de su alma. ¿Por qué se había complicado tanto la vida? Era cierto que León empezó a llamarle la atención, pero en esos instantes dudaba que no fuera por querer con todas sus fuerzas olvidarse de su primo. Por mucho que quisiera volver a lo de antes, no quería hacer daño a León, pero ¿valdría si al final era ella quien sufría? No, definitivamente no, pero era su forma de castigarse.

Cuando las sacudidas de su cuerpo por el llanto fueron disminuyendo, buscó su móvil y abrió los contactos en busca de uno en concreto: su madre. No era necesidad de consejo, solo quería informarla sobre lo que se avecinaba y que ella misma provocó en su momento. No podía irse y pretender que nada había ocurrido. Pulsó sobre el icono de llamada y al tercer tono su madre respondió.

—¡Hola, cariño! —exclamó con la voz un poco apagada.

—Hola, mamá.

—¿Qué tal? ¿Cómo estás? ¿Cómo va todo por allí?

Valeria permaneció callada un rato y luego lanzó un suspiro al aire.

—Un caos —respondió, directa—. ¿Cómo creías que iba a ir todo tras el desastre que dejaste atrás? La bola se ha hecho más grande y ya no hay vuelta atrás.

Carmen no dijo nada en unos minutos y la chica no supo si lo hacía porque no entendía lo que le decía o porque estaba buscando una excusa que darle.

—Cariño, no sé...

—Mamá —la interrumpió, sabiendo que iba a hacerse la tonta al respecto—, sé lo que pasó hace años... Y también sé que mi padre podría ser otro.

—¿Cómo?

—Antes de que te fueras, fui a buscarte un día y me enteré por casualidad de parte de una conversación que mantuviste por teléfono... Además, mi tío ha venido a verme para que nos hagamos una prueba y he aceptado. —Escuchó un sollozo al otro lado del teléfono e intuyó que su madre estaba llorando, justo lo que no fue capaz de hacer delante de ella la última vez que se vieron—. Te he llamado porque quiero que estés aquí cuando estén listos los resultados. Al menos merecemos una explicación, pase lo que pase, ¿no crees?

Tras un breve silencio, su madre, un poco más calmada, respondió.

—Tienes razón, cariño, al menos mereces saber la verdad. Iré en cuanto pueda, pero por si acaso avísame antes de que os realicéis las pruebas.

—Te avisaré cuando estemos esperando los resultados —especificó—. ¡Ah! Búscate algún lugar donde alojarte porque tengo entendido que mi tía ya debe saber lo que pasó y dudo mucho que te vuelva a dejar quedarte en su casa.

—Hablaré con tu padre entonces...

—Te referirás a Francisco, ¿verdad?

—Por supuesto.

—Haces bien, mamá, estoy segura de que papá no tendrá problemas para acogerte unos días mientras conocemos los resultados. Ahora tengo que dejarte, estoy un poco ocupada.

—Nos vemos pronto —se despidió Carmen.

—Adiós.

Se derrumbó en cuanto colgó. Toda la fuerza que había conseguido reunir para enfrentar a su madre por teléfono se había esfumado de repente. O tal vez fuera la rabia que seguía sintiendo porque su madre no tuviera el coraje de contarle todo en su momento en lugar de mentir.

Sucumbir a lo prohibidoWhere stories live. Discover now