Capítulo 8 | Parte 1

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Valeria observó con la curiosidad de una niña la pequeña montaña de cuadernos que había sobre una de las mesas.

―¿Puedo...? ―Señaló el montón.

―Adelante ―instó él.

La chica se acercó a la mesa y cogió el primero de los cuadernos para verlo de cerca. Lo abrió y contempló las páginas en blanco mezcladas con las recicladas. Cada uno de ellos tenía su propio estilo, pero todos contaban el esmero que su primo había puesto en hacerlos.

―Ojalá tengas éxito con ellas porque son preciosas.

―Seguro que lo dices porque soy tu primo ―bromeó.

Soltó sobre el montón la libreta que tenía aún en la mano y se giró para mirar a Manuel a los ojos.

―Lo digo en serio ―insistió Valeria.

Durante unos segundos ambos permanecieron callados sin dejar de mirarse. El escenario se tornó extraño para ambos, incluso cuando estaban acostumbrados a estar así durante varios minutos.

―¿Te apetece que hagamos algo? ―preguntó él, desviando su mirada y separándose un poco de ella―. ¿Vemos alguna película?

Valeria suspiró y bajó la cabeza cuando él se dio la vuelta para acercarse a la mesita donde estaba el mando de la televisión.

―¿Qué películas tienes? ―Valeria se acercó a él para sentarse en el sofá.

Manuel encendió la televisión y apareció en la pantalla el menú principal, donde salían algunas películas, programas y otras aplicaciones dentro del paquete que había contratado para tener más canales. Se sentó a su lado en el sofá sin despegar su mirada de lo que tenía enfrente.

―Dime qué quieres ver y lo busco.

Cuando al fin consiguieron ponerse de acuerdo sobre la película que iban a ver, la tensión entre ellos aumentó. Ninguno de los dos estaba totalmente cómodo, aunque no era la primera vez que compartían espacio solos. No obstante, sí que había cambiado algo en ellos. Algo que, por el momento, se negaban a reconocer.

Manuel tenía los ojos cerrados cuando la película terminó. Valeria contempló su rostro embelesada por la serenidad que le transmitía. Su pecho subía y bajaba a un ritmo pausado. La chica intentó acercarse poco a poco de forma que él no se inmutara con sus movimientos, pero antes de que pudiera hacerlo su primo abrió los ojos.

―¿Ya ha terminado? ―Su voz denotó que lo que ella sospechaba.

―Sí, pero tranquilo que solo te has perdido el final. ―Sonrió.

Él resopló y se incorporó, aún sentado en el sofá.

―¿Quieres que veamos otra esta noche?

―Si no tienes nada que hacer, me apunto ―respondió la chica, emocionada. 

Sucumbir a lo prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora