Capítulo 29

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Al día siguiente, cansado de notar el acecho de su tía, fue a casa de Margarita con la intención de despejarse. No podía quedar con Valeria por las sospechas de Carmen, por lo que tendría que permanecer alejado de ella mientras estuviera en el pueblo. Optó por la moto esa vez, en lugar del coche, para sentir el aire contra su cuerpo, aunque no le diera en la cara. Cuando llegó a la casa de su amiga, situada cerca de las afueras de la ciudad, llamó al timbre y ella abrió enseguida.

—No te esperaba...

La chica se hizo a un lado para dejarle entrar, aunque de no hacerlo, él habría irrumpido en su hogar de igual manera. Cerró la puerta y le siguió a través del pequeño pasillo hasta el salón, donde ambos se detuvieron. Manuel se giró hacia ella con el rostro desencajado.

—¿Qué ocurre? Nunca te había visto así...

—Estoy harto —se limitó a responder.

Caminó de un lado a otro dentro de la habitación bajo la atenta mirada de Margarita. De vez en cuando se pasaba la mano por el pelo en un intento por controlar sus mechones, pero estos volvían a caer sobre su rostro. Se aproximó y detuvo a su amigo colocando las manos sobre sus hombros.

—Siéntate y así me cuentas... ¿Tiene que ver con lo que me comentaste el otro día?

Manuel observó los ojos oscuros de Margarita, tan distintos a los de su prima, y después se fijó en el pelo oscuro y lacio. La siguió hasta el sofá y se sentaron a la vez.

—Mi tía ha venido a pasar unos días a mi casa para pasar tiempo con mi prima y no la soporto... No puedo con ella.

—¿Y por qué no se queda en casa de tu prima? —cuestionó.

—Porque su padre y ella están separados, es lógico que no quiera estar bajo el mismo techo que él, ¿no?

—Pero ¿ella ha hecho algo para que te sientas así? Me refiero a tu tía.

Quedó callado ante la pregunta de Margarita. Ella se quedó mirándole y sus ojos le dieron a entender que él no se atrevía a responder. Cuando el silencio se prolongó más de la cuenta, añadió:

—Vale, no insistiré por el momento, pero espero que en algún momento me lo cuentes.

Llevó la mano hasta el rostro masculino y, aunque dudó, terminó posándola sobre la mejilla para acariciarla. Manuel la contempló con el rostro serio.

—Gracias por preocuparte por mí —dijo intentando sonreír, pero no le salía.

Todo lo que estaba pasando le afectaba más de lo que quería admitir y que Valeria sufriera hacía las cosas más difíciles aún. Quiso contarle todo a su amiga, pero no fue capaz. Mucho menos cuando ella volvió a hablar.

—¿Crees que podríamos retomar la relación que empezamos antes de mi viaje?

Manuel movió el rostro hacia el lado derecho y ella supo al instante que su respuesta no sería la que esperaba.

—Marga, lo que tuvimos estuvo bien, pero en estos momentos no puedo tener algo contigo.

—¿Hay otra persona? —Mordió su labio inferior.

Él giró la cara de nuevo hacia la chica.

—¿Qué te hace pensar eso?

—Solo preguntaba, pero acabas de confirmarlo.

Inclinó la cabeza hacia un lado sin dejar de mirarla.

—Estoy interesado en alguien...

—Ese día, cuando nos volvimos a ver... Venías de estar con ella, ¿verdad? —Él asintió y Margarita, tras tragar saliva, agregó—: No tenías por qué ocultármelo, no iba a enfadarme. Ante todo somos amigos, bello.

Sucumbir a lo prohibidoWhere stories live. Discover now