Capítulo 9

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Cuatro días después, Valeria ya se encontraba en casa con su padre.

—¿Recuerdas a León?

Paco se mantuvo callado durante unos segundos antes de responder desde la cocina. Valeria se encontraba en el salón poniendo la mesa para cenar.

—¿Ese amigo tuyo de la universidad? ¿No habías perdido el contacto con él?

—Hemos estado hablando de forma intermitente desde que nos separamos, pero ese no es el punto... Quería preguntarte si le podemos hacer un espacio en casa, me ha dicho que vendrá a verme en cuanto esté de vacaciones.

Su padre llevó la lasaña hasta la mesa del salón y la posó sobre ella.

—Podría quedarse en el sofá o en casa de tus tíos... Aunque supongo que para él sería un poco violento, ¿no? —Paco se sentó mientras decía lo último.

—Todavía no sé cuándo vendrá ni sus planes, pero te iré informando, ¿vale?

Ella se sentó frente a su padre y partió un trozo de la lasaña para servirse. Después vio cómo lo hacía su padre y empezaron a comer.

—¡Qué aproveche! —dijeron ambos.

Valeria estuvo callada durante todo el almuerzo. Su mente no hacía más que llevarla a varios de los momentos vividos en casa de Manuel. El que más se repetía era el de su torso desnudo, pero había otro que también aparecía de vez en cuando. Hubo momentos en los que no entendió el comportamiento de su primo, ni quisiera cuando posteriormente le dio vueltas a todo lo acontecido esos días. Recordó en ese instante una conversación que los dos tuvieron el día anterior.



—Mañana vuelvo a mi casa —anunció ella.

Los dos estaban en el estudio de Manuel.

—¿Ya ha pasado una semana?

—Sí —suspiró.

—¿Por qué no te quedas con nosotros un poco más? —propuso él colocando sus manos sobre los hombros de la chica.

—¿Qué sentido tendría hacerlo? Estoy aquí porque tus padres me invitaron mientras mi padre estuviera fuera. Mañana vuelve, no tengo nada que hacer aquí...

—¡Claro que sí! —exclamó él, quizá con más ímpetu del que ella esperaba.

Se quedaron callados. Ella porque no sabía el motivo por el que Manuel la quería allí. Él porque se había dado cuenta de que había llegado demasiado lejos. Los ojos marrones viajaron de los verdes de Valeria hasta sus labios. La chica, que no paraba de observar los ojos de su primo, se percató de que había algo inusual en ellos. Abrió la boca y la cerró al poco tiempo, justo cuando él bajó un poco la cabeza hacia ella. ¿Acaso pretendía... besarla?



Su padre la llamaba. Fue entonces cuando se percató de que había perdido el rumbo de sus pensamientos.

—Valeria, ¿qué te pasa? ¿Te encuentras bien?

—Sí, sí —respondió ella con una sonrisa—. No te preocupes, papá.

—Me has asustado... —Guardó silencio un momento antes de añadir—: Tu tía nos ha invitado a cenar mañana. Cuando le pregunté el motivo solo me dijo que quería celebrar que ya estaba de vuelta. Y parece que te echan de menos también...

Ella intentó ocultar su sorpresa y, a juzgar por la sonrisa de su padre, lo consiguió.

—Pues solo hice lo que hago en casa. Por lo que sé, Manuel hace mucho más de lo que yo he hecho esos días...

—No creo que se refieran a eso.

—Entonces ¿a qué? —preguntó la chica un poco confundida.

Su padre no respondió, se limitó a sonreír mientras recogía la mesa. ¿Se suponía que ella debía saberlo? Porque si era así, estaban todos muy confundidos. Su mente volvió a ponerse en marcha llevándola de una opción a otra, pero seguía sin conocer la respuesta a su propia pregunta. ¿Qué se traerían entre manos?

Sucumbir a lo prohibidoWhere stories live. Discover now