Capítulo 15

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El ambiente entre ellos cambió, volviéndose enrarecido. A Valeria le costaba respirar, pero intentó que su primo no lo notara. No lo consiguió, pues Manuel, aunque no lo mostrara en su rostro, se preocupó al comprobar que ella no añadió nada más.

—Eso fue hace mucho —aclaró Manuel. No sabía por qué, pero sintió esa necesidad de hacerlo—. Ahora eres la única que me interesa.

Colocó la mano del cambio de marchas sobre la pierna de Valeria en un intento por reconfortarla, aunque el efecto que consiguió fue el contrario.

—Las otras no me importan —aseguró ella, más para sí misma que para él.

—No tienen por qué importarte, ninguna de ellas forma parte de mi vida.

Retiró la mano en cuanto encontró un sitio para aparcar. Tras realizar las maniobras pertinentes, dejó el coche bien situado y ambos salieron del coche.

—El sitio está a la vuelta de la esquina —anunció Manuel, extendiendo el brazo para que su prima cogiera su mano.

Valeria al ver su gesto espontáneo no supo cómo reaccionar. ¿Pasaría algo si iban cogidos de la mano? ¿Les reconocería alguien? Inspiró hondo y exhaló el aire antes de acercar su mano y estrecharla. Un calambre los recorrió desde la punta de sus dedos hasta la espina dorsal, provocando que se estremecieran. Se miraron a los ojos, sin moverse aún del sitio, y esbozaron una sonrisa tímida. Después de eso caminaron hacia la esquina de la calle y giraron hacia la derecha, donde encontraron una cafetería coqueta cuya decoración te transportaba a otra época. Los dos se adentraron en el local y se sentaron en una de las mesas del fondo, frente a frente, donde pocos podrían verlos. A los pocos minutos apareció un camarero vestido de mayordomo y tomó nota de lo que iban a tomar. Cuando se marchó, Valeria comentó:

—Tenías razón, este sitio es precioso. Me encanta. —Sonrió.

Manuel se alegró de ver su sonrisa. Acercó su mano a la de ella y la tomó para acariciarla.

—La verdad es que tu belleza supera la de este lugar.

La chica no ocultó su sorpresa al escuchar a su primo.

—No digas tonterías. —Valeria intentó no reírse, pero no lo logró.

—No es una tontería —dijo él—, es la verdad. Cada vez estás más guapa, no sé cómo lo haces.

Ella no respondió porque no tenía nada que decir a eso.

Unos minutos después, una camarera vestida de ama de llaves se acercó para dejar sus bebidas sobre la mesa: un café con leche y una manzanilla. Valeria cogió la primera taza y él se quedó con la manzanilla.

—¿Desde cuándo conoces este lugar? —se interesó la chica.

—Desde que supe que volvías al pueblo.

—No te creo...

—Pues créelo. Tenía la idea de traerte a un sitio bonito y un día escuché a una vecina hablando de este lugar, así que decidí venir a echar un vistazo. Quería sorprenderte.

No dejó de contemplarla en ningún momento de su discurso. Valeria se perdió en los ojos oscuros de Manuel mientras su imaginación recreaba lo que él dijo.

—¿Por qué tantas molestias...?

—Porque te quiero, Valeria —la interrumpió él—, siempre lo he hecho. Somos primos y hace tiempo que eres algo así como mi mejor amiga. ¿Por qué no tomarme estas molestias, como tú las llamas?

De nuevo se quedó sin palabras. Disfrutó de las caricias de Manuel mientras sus miradas seguían conectadas.

—Todo esto parece un sueño... —pensó en voz alta ella.

Su primo sonrió, levantó la mano de Valeria para acercarla a su boca y depositó un beso en ella. La chica nunca habría imaginado lo romántico que podía ser. ¿Habría hecho lo mismo con las otras chicas?

Con lentitud retiró la mano, soltándose del agarre de Manuel, y la dejó al lado del plato donde se encontraba la taza de café. Sin darle tiempo para retomar el contacto, cogió la cuchara y removió el líquido unas cuantas veces. Sus ojos se habían desviado hacia ese foco de atención.

Él, que se había dado cuenta de ese cambio en su prima, no dijo nada y se limitó a beber su manzanilla. Se había enfriado un poco y por eso la terminó del tirón. Cuando depositó la taza de nuevo sobre el plato, fijó su mirada sobre la de Valeria.

Cuantas ganas tenía de volver a besarla.

—Si esto fuera un sueño, ¿querrías despertar?

Valeria levantó el rostro para observarle. Se mordió la lengua sin hacer mucha presión al mismo tiempo que pensaba en la pregunta.

—No, no querría despertar —confirmó.

De nuevo el silencio se hizo entre ambos, pero no duró mucho. Manuel se inclinó hacia delante antes de hablar.

—¿Quieres que vayamos a dar una vuelta? —Bajó la voz—. Aprovechemos que aquí nadie nos recuerda, podremos hacer lo que queramos.

—No estoy tan segura...

De hecho, dudaba que pudieran hacer cualquier cosa sin que algún conocido pudiera verlos. Estaban en la ciudad, pero casi todos los vecinos iban allí para hacer algunas gestiones.

Manuel rio al caer en la cuenta de lo que pensaba su prima.

—Tranquila, no haremos nada que nos delate... del todo —aseguró.

Ambos sonrieron y él pidió la cuenta. Cuando pagaron, fueron al coche porque él había sacado el ticket para poco tiempo. Una idea cruzó su mente entonces.

—¿Te apetece que cambiemos ligeramente de planes?

Manuel abrió la puerta del conductor y se metió en el vehículo. Valeria le siguió.

—¿En qué has pensado?

—Te voy a llevar a un lugar precioso que te va a encantar también, pero esta vez estaremos los dos solos.

Valeria mordió su labio inferior. Imaginó diversas situaciones en las que ambos estar solos y todas ellas le llevaban a la misma conclusión.

—¿Solos?

—Sí... A no ser que no quieras —recalcó él.

Pero claro que quería. Sería la primera vez que lo estarían lejos de la familia, sin riesgo de que alguien los pillara en medio de un beso.

Cuanto deseaba volver a probar sus labios...

—Sorpréndeme —dijo ella finalmente.

Sucumbir a lo prohibidoWhere stories live. Discover now